La realidad es abierta, inefable, luminosa y serena. Esto es lo que somos y lo que expresan todas las cosas y fenómenos del mundo en que vivimos. Nuestra naturaleza última está más allá de cualquier desdicha o temor y todos los seres participamos de esta esencia inconcebible y atemporal.
El trabajo interior, el llamado camino espiritual, es el proceso de despertar la lucidez que desvela esta verdad última de la existencia. Meditamos, hacemos ejercicios de indagación, buscamos el silencio, repetimos mantras y oraciones, etc., con el propósito de alcanzar sabiduría.
Uno de los principales problemas a sortear es que intentamos lograrlo a través de la mente. No nos damos cuenta de que vivimos en la mente; todo lo que conocemos son los pensamientos e ideas que tenemos sobre nosotros, los demás y el mundo.
No conocemos la realidad última porque sólo escuchamos nuestras ideas, pensamientos, prejuicios y creencias. Sólo percibimos a través de lo que la mente dice.
Aquí radica también el origen de toda la infelicidad en nuestra vida. No somos las historias que nos contamos de nosotros mismos ni los demás son las historias que nos contamos de ellos. Distanciarse de la verdad es acercarse al sufrimiento. Es una línea continua con dos extremos. Si nos vamos hacia el lado de la realidad sufrimos menos, tenemos más paz y armonía, si por el contrario nos dirigimos al extremo de lo falso empezamos a experimentar más insatisfacción, miedo y conflicto.
La mente, los pensamientos, nunca hablan de la verdad absoluta. Creer en lo que la mente dice es acercarnos al polo de la falsedad.
Vivimos en el reino de la mente. Funcionamos llenos de ideas, etiquetas, opiniones y conceptos que nos impiden percibir lo que somos y nos adentran en experiencias de dolor, incertidumbre, inseguridad y desazón. Del mismo modo los pensamientos, prejuicios, etiquetas y conceptos que proyectamos en otras personas crean experiencias de enfado, celos, envidias, miedo y demás que acaban en comportamientos dañinos y destructivos. Por consiguiente, el origen de cualquier conflicto se encuentra en lo que pensamos. Así es como se crea el sufrimiento de todos los seres. De manera que una de nuestras tareas más importantes es reconocer que la mente nos engaña.
Si queremos un cambio significativo en el mundo, es fundamental saber identificar los pensamientos que hay detrás de cualquier experiencia de infelicidad.
Es de vital importancia conocer los pensamientos que están construyendo el sufrimiento y, una vez descubiertos, desecharlos. En este sentido, el objetivo principal es ser capaces de ver que no son verdad.
Así pues, tenemos dos tareas importantes por delante, la primera identificar los pensamientos que construyen nuestro mundo de infelicidad y la segunda, tener la lucidez de ver que son falsos. Cuando lo conseguimos los pensamientos dejan de tener poder y si aparecen no tienen ninguna autoridad sobre nosotros.
Mucha gente dice que sus pensamientos tienen mucha fuerza. Hay personas que sienten con mucha convicción ideas nocivas y destructivas. “Cuesta demasiado vivir”, “No me sale nada bien”, “No voy a ser capaz”, “Tal como soy, nadie me puede querer”, “Me han hecho mucho daño”, etc. Hay cientos de pensamientos tóxicos que se sienten muy poderosos y verdaderos. Lo que ignoramos es que la fuerza de los pensamientos viene de nosotros mismos. Ningún pensamiento tiene poder. Somos nosotros los que hacemos que sean tan poderosos al creer en ellos. En cuanto damos crédito al pensamiento, lo hacemos real. Pero ningún pensamiento es verdad. Nos dominan sólo porque creemos en ellos.
Esta es una de las grandes revelaciones del camino. Confundimos el mundo y las personas con los pensamientos que tenemos sobre ellos. Confundimos nuestro ser con los pensamientos que tenemos de nosotros mismos. Pero somos mucho más que eso.
No obstante, no es fácil verlo. La dificultad principal viene de intentar entenderlo con la mente. Pretendemos que una parte de la mente crea que ninguna idea, pensamiento o creencia es verdad. Pero esto no es posible. La mente no puede ver que la mente no es verdad, pues todo lo que la mente ve es falso.
Cuando escuchamos esta enseñanza de los maestros, se expresa con palabras (que son pensamientos) y la escuchamos con la mente, tratamos de entenderla con la mente y queremos descubrir lo que señala con la mente. Sin embargo, este enfoque es muy limitado. Aunque aprendamos a pensar mejor y a controlar ciertos pensamientos nocivos, la tarea principal es ver que ningún pensamiento es la realidad, y esto no podemos entenderlo con la mente.
Cambiar nuestra forma de pensar y ser más positivo es el primer paso, ciertamente beneficioso. La mayor parte de las personas que hacemos un trabajo personal nos dedicamos a ello. Durante años tratamos de dominar la mente, controlar las emociones destructivas, cultivar estados mentales positivos o incluso detener el flujo descontrolado de pensamientos. No obstante, no debemos detenernos en esto. Es preciso que vayamos más allá.
Controlar y modificar la mente no termina nunca. Es una tarea sin fin y puede ser muy frustrante quedarse ahí. Por el contrario, la verdadera transformación viene cuando somos capaces de ver que nada de lo que la mente manifiesta es la verdad. Esto supone un salto muy importante en nuestra práctica espiritual.
El único modo de hacer posible que se desvele nuestra naturaleza primordial es dejando de creer en lo que pensamos de nosotros mismos. Dicho de otro modo, percibiendo que lo que pensamos de nosotros sólo son pensamientos sin ninguna consistencia. Es inútil apartar o tratar de dominar nuestros pensamientos, lo único que sirve es reconocer que son apariencias ilusorias. Esto es, tampoco sirve pensar o creer que no son verdad. Es menester la percepción, la visión clara de su naturaleza falsa.
Esta es la gran dificultad. En lugar de tratar de entender, es necesario desarrollar la lucidez que observa la mente y percibe su falsedad. Sólo desde una atención clara y despierta podemos ver que ningún pensamiento nos muestra nada de la realidad. El ejercicio fundamental es un ejercicio de conciencia y lucidez. No es suficiente saber que tenemos un pensamiento destructivo, es preciso percibir que no es verdad, es esencial dejar de creer en él.
Muchas personas intentamos hacer esto y nos quedamos a medias. Esto es, a menudo empezamos a observar la mente y lo que conseguimos es distanciarnos de ella. Nos alejamos de los pensamientos y emociones, y notamos que así no nos afectan. Es una estrategia muy práctica que nos ahorra mucho sufrimiento; sin embargo, no es suficiente. Necesitamos dar un paso más. Es de vital importancia llegar a la comprensión de que los pensamientos son sólo pensamientos y que sólo señalan aspectos relativos y provisionales de la realidad. Ningún pensamiento dice nada de lo que de verdad somos.
PRACTICA
El proceso es el siguiente. Ante cualquier situación de malestar o dolor, observamos la experiencia que tenemos. Esto implica dejar de huir de lo que sentimos y dejar que todo sea como es. Entonces, con esta actitud de aceptación y apertura nos fijamos en la parte mental de la experiencia. Observamos los pensamientos, creencias, estados, sentimientos y emociones que están presentes. Tratamos de evitar los juicios, culpas, críticas hacia lo que sucede. También dejamos de intentar controlar la mente. Con esta actitud vamos llegando a situarnos en un espacio de contemplación de la experiencia mental. Sin embargo, no es exactamente un distanciarse de los pensamientos sino un modo de verlos desde ningún lugar.
Esto no es algo que podemos hacer sino que sucede como consecuencia de la atención imparcial y abierta. Desde fuera de la mente, desde la conciencia, si sabemos tener paciencia y aceptación, en un momento dado empezamos a vislumbrar la naturaleza de la mente. Los pensamientos son lucidez vacía y abierta. Emerge la comprensión de que el pensamiento sólo es una construcción aparente y no tiene realidad. Aquí es donde se desvela que el pensamiento es irrelevante, dejamos de creer en él. Entonces deja de tener fuerza y se diluye en la vacuidad luminosa de la mente.
Podemos hacer todo tipo de ejercicios y prácticas de crecimiento personal pero hasta que no surja la comprensión de que estamos inmersos en el mundo de la mente no conseguiremos trascender, y nuestro camino sólo será un dar y dar vueltas a lo mismo, siempre con algo por mejorar, algo que controlar y algo por trascender. Así, nunca llegamos al final. La comprensión de que la mente no es verdad es uno de los indicios de la verdadera transcendencia.
Como Buda dijo: Quienes confunden lo falso como esencial y lo esencial como falso, morando en ideas erróneas, nunca llegan a la verdad. (Dhammapada)
Fuente: Escuela de Meditación
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