“La inteligencia y el conocimiento no te ayudarán a cambiar tu energía habitual, lo único que puede ayudarte es la práctica de reconocerla, abrazarla y transformarla.
Si logras abrazar tu energía habitual con la energía de ser consciente, estarás a salvo y no volverás a cometer el mismo error” (Thich Nhat Hanh)
“La paz que ha de hallarse dentro de uno se encuentra en el mismo lugar en el que se ubican la agitación y el sufrimiento.
No ha de hallarse en el bosque ni en la cima de la colina, ni es otorgada por un maestro.
Donde usted experimenta sufrimiento puede encontrar la emancipación del sufrimiento.
En realidad, tratar de escapar del sufrimiento es, de hecho, correr hacia él” (Ajahn Chah)
Reflexión:
Tratarme bien, ser gentil con uno mismo suena tan sencillo, resulta tan evidente su importancia, es una actitud tan determinante para el propio bienestar y de quienes nos rodean, y sin embargo, a pesar de su simpleza no resulta nada fácil de practicar.
Las exigencias y el estrés en el mundo moderno se traducen también en autoexigencia, en un sentido crítico y enjuiciador hacia nosotros mismos; además, en el camino de nuestras vidas vamos experimentando sufrimientos, pérdidas y decepciones que nos ponen a prueba, en muchos de esos momentos de dificultad aprendemos a ser severos y autocríticos con nosotros mismo, pudiendo llegar a ser incluso violentos: “¡Qué estúpido soy!, hasta cuando”, o “¿Por qué me pasan estas cosas a mi?” o “No soy digno que me quieran”, pueden ser algunas de las expresiones que usamos con nosotros mismos. Sin darnos cuenta, podemos haber establecido un modo dañino de relacionarnos con nosotros mismos.
Las prácticas de atención plena son una oportunidad para observar en modo en que me estoy relacionando conmigo mismo. ¿Qué frases o ideas me estoy repitiendo continuamente? Con mis acciones y hábitos ¿Qué emociones estoy cultivando? ¿Cómo me estoy tratando?
Tratarme bien, ser amable y comprensivo con uno mismo es una actitud que podemos decidir cultivar, y es una alternativa especialmente relevante de practicar en momento de dificultad, cuando emerge nuestro crítico más severo, nosotros mismos, haciendo que el sufrimiento también aumente.
Ser amables y comprensivos con nosotros mismos no es sinónimo de autoindulgencia o de estar centrados en nosotros mismos. Ser amables con nosotros mismos nace de reconocer nuestra humanidad compartida, al ser conscientes de nuestra vulnerabilidad y ser respetuosos con ella, aparece la necesidad de tratarnos igual de bien que aquellos a los que más apreciamos, es decir, reconocer que no somos ni superiores ni inferiores a nadie, sino semejantes, formamos parte de la humanidad y de la vida entera.
Hoy existe mucha evidencia científica de los beneficios de la gentileza y compasión con uno mismo. Las personas que se tratan bien a sí mismas tienen también un mayor bienestar, poseen una menor ansiedad, depresión, enfado y una mayor inteligencia emocional.
Ser críticos y enjuiciadores de nosotros mismos hace más probable también que adoptemos esas mismas actitudes con quienes nos rodean, nos demos cuenta o no de ello. De modo similar, cultivar el ser gentiles y compasivos con nosotros mismos nos abre las puertas a tener esa misma actitud hacia quienes nos rodean, repercutiendo favorablemente en nuestras relaciones interpersonales. Observar con gentileza nuestros errores y dificultades permite abrir un espacio para empatizar con quienes están a nuestro alrededor. Una respuesta compasiva con nosotros mismos nos ayudará a responder al sufrimiento emocional de otros con bondad, en vez de con crítica o culpa.
Práctica:
Utilizando la metáfora del jardinero expresada por el monje Vietnamita Thich Nhat Hanh, la práctica que les proponemos consiste en hacer presente aquellos aspectos que nos nutren, nos revitalizan. En la metáfora del jardinero esto se realiza regando las semillas de bienestar en nosotros mismos, y sólo nos tomará un par de minutos.
Puedes sentarte un momento y traer tu atención gentilmente a tu momento presente…prestando atención a tu respiración y a las sensaciones corporales de este instante… Mantente unos segundos respirando…
Luego, puedes hacer presente los aspectos que te nutren y vitalizan hoy, y puedes verlos como semillas que puedes regar en ti mismo o en ti misma… puedes permitirte sentir las sensaciones de natural descanso, alegría, serenidad, bienestar, o lo que sea que surja, sin hacer ningún esfuerzo en especial… o simplemente puedes sentir la natural estabilidad y ritmo de la respiración.
Permítete por un momento prestarle atención a esos aspectos que se vuelven presente en ti mismo, permítete regar con la energía de tu atención aquello que aprecias y que ya posees…
Manteniendo atención a lo que surja, ahora podrías reconocer algunas acciones hábiles, que estén dentro de tu influencia realizar y que te permitan regar estas semillas de bienestar. ¿Qué pequeña acción podría ser significativa para incrementar tu bienestar? Puedes incluir hacer o dejar de hacer algunas actividades que generen bienestar en ti y a quienes te rodean, ¿Cuál sería el primer paso? Si gustas podrías escribirlo y luego poner manos a la obra…
Para concluir, permite sentir algunas respiraciones, apreciando el milagro de estar vivo, en el lugar en el que estás, quizás agradeciéndote el haberte regalado esta Pausa de atención.
¡Buena práctica!