Generalmente somos inconscientes del aire que nos rodea.
A pesar de ello, cuando experimentamos alguna dificultad en el tracto respiratorio, escalamos una montaña alta o hacemos mucho ejercicio, tratamos frenéticamente de inhalar más aire. Por primera vez comprendemos el valor del aire.
El concepto de la vacuidad que nos enseña el Budismo nos alecciona de que no hay sustancia verdadera. En la realidad, ya que no hay sustancia, varias formas pueden existir o presentársenos como fenómenos. Esto se explica maravillosamente bien en las palabras de la Sūtra del Corazón: “La forma es en sí misma la vacuidad, y la vacuidad es la forma”.
En japonés se usa la palabra ingeniosa “kuki” para designar el aire, y ésta contiene a su vez la palabra que expresa la vacuidad. Porque carece de sustancia, no nos damos rápidamente cuenta de su existencia; pero, cuando lo necesitamos en verdad, nos rodea y mantiene nuestras vidas.
Más todavía, cuando exhalamos el aire, éste ha cambiado en algo distinto, a saber, en un gas no respirable. Sin embargo, nuevamente se transforma en algo respirable (por el poder de las plantas) y nos provee de oxígeno.
Expresemos nuestro agradecimiento de todo corazón a esa realidad vaporosa que carece de sustancia.
Del libro "108 Pensamientos budistas"