Dilgo Khyentse Rinpoche
Los pensamientos confusos no pueden afectar a la conciencia pura más de lo que una espada puede dañar el cielo.
Lady Peldarbum le dijo a Jetsun Milarepa:
Cuando medité en el océano,
Mi mente era muy confortable.
Cuando medité en las olas,
Mi mente se enturbió.
Enséñame a meditar en las olas.
El gran yogui respondió:
Las olas son el movimiento del océano.
Déjalas que se disuelvan por si mismas en su vastedad.
Los pensamientos son el juego de la conciencia pura. Ellos surgen dentro de ella, y se disuelven otra vez en ella. Reconocer la conciencia pura como el sitio de donde vienen tus pensamientos es reconocer que tus pensamientos nunca han llegado a existir, permanecer o cesar. En este momento los pensamientos ya no pueden molestar más tu mente.
Cuando corres detrás de tus pensamientos eres como el perro siguiendo al palo. Cada vez que tiran el palo corres detrás de él. Pero si en su lugar miras al lugar de donde vienen tus pensamientos, verás que cada pensamiento surge y se disuelve en el espacio de esta conciencia sin engendrar a otros pensamientos. Se como el león que, en lugar de correr a buscar el palo, busca a quien lo tiró. Al león solo le tirarás el palo una vez.
Para coger la fortaleza no-creada de la naturaleza de la mente, tienes que ir a la fuente y reconocer el verdadero origen de tus pensamientos. De otro modo un pensamiento dará lugar al surgimiento del segundo, luego del tercero, y así sucesivamente. Antes De darte cuenta serás atacado por los recuerdos del pasado y la anticipación del futuro, y la conciencia pura del momento presente será totalmente oscurecida.
Si reconoces la vacuidad de tus pensamientos en lugar de solidificarlos, el surgimiento y disolución de cada pensamiento clarificará y reforzará tu realización de la vacuidad.
Cuando los rayos del sol golpean las nieves de una montaña, su blancura se vuelve más deslumbrante. Pero ¿puedes distinguir el brillo de la luz del sol de la blancura de la nieve?
Cuando reconoces la vacuidad de la mente, la dicha inherente en ella se amplifica. Es la dicha de la libertad perfecta, relajada y sin estorbos. No obstante no debería tomarse como algo real para ser sostenido. Dicha y vacuidad son inseparables. Deslumbrante como es, el brillo de la nieve no es algo que puedas sostener en tus manos.
La naturaleza vacua de la mente no es un estado de vago letargo, o una mera nada. Por el contrario tiene la facultad de conocer, una claridad naturalmente presente que se llama conciencia, o conciencia iluminada. Estos dos aspectos de la naturaleza de la mente, vacuidad y conciencia, son esencialmente uno, como el espejo y su reflejo.
La conciencia no se ve afectada por las percepciones agradables o desagradables. Permanece simplemente tal como es, del mismo modo que cuando un espejo refleja las caras de la gente, no se ve embelesado por su belleza u ofendido por su fealdad. Y al igual que un espejo refleja todas las formas fielmente y con absoluta imparcialidad, así también un ser iluminado percibe claramente todos los fenómenos sin que la realización de su naturaleza final se vea afectada de ninguna forma.