Mi estación es donde nada es; las palabras no llegan ahí, ni los pensamientos. Para la mente, ello es todo oscuridad y silencio.
Entonces la consciencia comienza a bullir y despierta a la mente, la cual proyecta el mundo, construido de memoria e imaginación... Está en la naturaleza de la mente imaginar objetivos, esforzarse hacia ellos, buscar medios y vías, desplegar visión, energía y coraje. Estos son atributos divinos y yo no los niego.
Pero yo tengo mi estación donde no existe ninguna diferencia, donde las cosas no son, ni tampoco las mentes que las crean. Ahí yo estoy en casa. Acontezca lo que acontezca, no me afecta, las cosas actúan sobre las cosas, eso es todo.
Libre de la memoria y de la expectación, yo soy fresco, inocente y cordial. La mente es el gran operario y necesita reposo.
No necesitando nada, yo soy sin temor. ¿De quién tener miedo? No hay ninguna separación, nosotros no somos sí mismos separados. Hay solo un Sí mismo, la Realidad Suprema, en la que lo personal y lo impersonal son uno.
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