TENER RAZON...



Había, una vez, dos monjes que paseaban por el jardín de un monasterio taoísta. De pronto uno de los dos vio en el suelo un caracol que se cruzaba en su camino. Su compañero estaba a punto de aplastarlo sin darse cuenta cuando le contuvo a tiempo. Agachándose, recogió al animal, diciendo: 

- Mira, hemos estado a punto de matar este caracol, y este animal representa una vida y, a través de ella, un destino que debe proseguir. Este caracol debe sobrevivir y continuar sus ciclos de reencarnación- Y delicadamente volvió a dejar el caracol entre la hierba.

- ¡Inconsciente!- exclamó furioso el otro monje- Salvando a este estúpido caracol pones en peligro todas las lechugas que nuestro jardinero cultiva con tanto cuidado. Por salvar no sé qué vida destruyes el trabajo de uno de nuestros hermanos.

Los dos discutieron entonces bajo la mirada curiosa de otro monje que por allí pasaba. Como no llegaban a ponerse de acuerdo, el primer monje propuso: 

- Vamos a contarle este caso al gran sacerdote, él será lo bastante sabio para decidir quien de nosotros dos tiene la razón.

Se dirigieron entonces al gran sacerdote, seguidos siempre por el tercer monje, a quien había intrigado el caso. El primer monje contó que había salvado un caracol y por tanto había preservado una vida sagrada, que contenía miles de otras existencias futuras o pasadas. 

El gran sacerdote lo escuchó, movió la cabeza, y luego dijo: 
- Has hecho lo que convenía hacer. Has hecho bien. 

El segundo monje, sorprendido y enfadado, dijo:
- ¿Cómo? ¿Salvar a un caracol devorador de ensaladas y devastador de verduras es bueno? Al contrario, había que aplastar al caracol y proteger así ese huerto gracias al cual tenemos todos los días buenas cosas para comer. 

El gran sacerdote escuchó, movió la cabeza y dijo:
- Es verdad. Es lo que convendría haber hecho. Tienes razón.

El tercer monje, que había permanecido en silencio hasta entonces, se adelantó:
- ¡Pero si sus puntos de vista son diametralmente opuestos! ¿Cómo pueden tener razón los dos?

El gran sacerdote miró largamente al tercer interlocutor. Reflexionó, movió la cabeza y dijo: 
- Es verdad. También tú tienes razón.

(Anónimo)

LA FLOR DEL AHORA







No hay tal cosa como el 'siempre'. 

No hay tal cosa como el 'nunca'. 

Sólo hay el Ahora. 








No podemos hacer contacto en el 'siempre' ni en el 'nunca'. ¡Están tan ajenos a la experiencia presente, tan alejados de nuestro verdadero suelo!

El tiempo sólo existe como concepto, útil para dar sentido al mundo, sin embargo, no tanto a la hora en que nos perdemos en él. 

UN MAGNÍFICO DESASTRE




Había, una vez, un científico, con muchos avances de gran importancia en el terreno de la medicina, que, según me contó Stephen Glenn, en una ocasión en que lo estaba entrevistando un periodista, éste le preguntó a qué atribuía el hecho de tener más inventiva que el ciudadano promedio.

LOS MANTRAS


La palabra “mantra” proviene del sánscrito “man”, que significa “mente”, y “tra”, que tiene el sentido de “protección”, y también de “instrumento”. 

Los mantras son recursos para proteger a nuestra mente contra los ciclos improductivos de pensamiento y acción. 

NADIE PUEDE HACERTE FELIZ


"Las relaciones no te causan ni dolor ni infelicidad. Tan sólo sacan a relucir el dolor y la infelicidad que ya está en ti." Eckhart Tolle


Tus sentimientos, las energías vivas que se perciben en tu cuerpo en este momento, no fueron 'causadas' por alguien más, y tampoco son algo que alguien más pueda retirarlas. Nadie es responsable de tus sentimientos. La comprensión de esto puede dar término, de una vez por todas, al juego de la culpabilidad.

LA PRÁCTICA DE LA MEDITACION ZEN


"La Luna reflejada
en la mente clara
Aún las olas, rompiéndose,
reflejan su luz"


En general se entiende mal la práctica de la meditación. Ello es porque no se puede aprender, sino realizar; y la materia prima de la meditación somos nosotros mismos.

EL ABUELO Y EL NIETO


Había una vez un pobre muy viejo que no veía apenas, tenía el oído muy torpe y le temblaban las rodillas. Cuando estaba a la mesa, apenas podía sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el mantel, y aún algunas veces escapar la baba.