EL BUDISMO, LA CULTURA DEL DESPERTAR



En una famosa parábola, Buda imagina un grupo de ciegos a los que se invita a identificar un elefante: Uno coge la cola y dice que es una cuerda; otro toca una pata y dice que es una columna; otro palpa un costado y dice que es un muro; otro agarra la trompa y dice que es un tubo. 

Dependiendo de qué parte del budismo captes, podrías identificarlo como un sistema de ética, una filosofía, una psicoterapia contemplativa o una religión. Si bien contiene todos estos elementos, no puede ser reducido a cualquiera de ellos más que un elefante puede ser reducido a su cola.

Lo que contiene la variedad de elementos que constituyen el budismo es lo que se denomina una «cultura». El término cultura fue definido explícitamente, por vez primera en 1871, por el antropólogo Sir Edward Burnett Tylor, como «esa compleja totalidad que incluye conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y cualquier otra capacidad y hábito adquiridos por el hombre como miembro de una sociedad». Como esta cultura específica se origina en el despertar de Siddharta Gautama y aspira a cultivar un modo de vida que conduzca a un despertar semejante, el budismo podría describirse como «la cultura del despertar». 

Si bien el budismo ha tendido a ser identificado reductoramente con sus formas religiosas, hoy corre el peligro adicional de ser identificado reductoramente con sus formas de meditación. Si estas tendencias continúan, corre el riesgo de marginalizarse progresivamente y perder su potencial de cristalizarse como una cultura: un conjunto de valores y prácticas internamente consistentes que animan creativamente todos los aspectos de la vida humana. 

El desafío ahora es imaginar y crear una cultura del despertar que apoye la práctica individual del dharma y se ocupe de los dilemas de un mundo agnóstico y plural.

Stephen Batchelor en Budismo sin creencias


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