¿Cuál es la relación entre ego y budismo? El budismo es una de las pocas corrientes psicológicas y filosóficas que niega la existencia inherente del ego. Desde el budismo puede cambiar la relación que tenemos con nosotros mismos y con los demás.
Ego y budismo son dos términos indisociables. Quien quiera adentrarse en el budismo, uno de los primeros temas que abordará será el ego. Quien quiera adentrarse en el ego, una de las corrientes filosóficas y psicológicas más profundas que encontrará es el budismo. ¿Qué diferencia al budismo de las religiones más conocidas con respecto al ego? La carencia de su existencia inherente. Esto es, desde el budismo no existiríamos como parecemos existir. Interesante, ¿verdad?
Podría asegurarse que una gran parte del conocimiento budista está enfocado en destronar al ego de su posición de rey. Existe la creencia de que el ego debe ser destruido, sin embargo, esto no es del todo cierto.
El ego ahora mismo ocupa una posición central que controla y domina nuestra vida. El budismo nos dice que lo pongamos en la posición de ministro o consejero. Es indiscutible que tenemos un nombre, unas creencias, unas costumbres… pero si el ego nos domina, haremos de ello una identidad fija. Sin embargo, si lo colocamos en la posición adecuada, seremos personas más libres de condicionamientos, y, por ende, más felices.
¿Qué es el ego?
Desde que nacemos nuestro ego comienza a gestarse. Todo aquello que somos y todo aquello con lo que nos identificamos forma nuestro ego. Nuestra nacionalidad, nombre, pertenencia a diferentes grupos, creencias y demás va formando nuestra identidad. Acumulamos toda esta información gracias a nuestra memoria y hacemos de ella nuestro Yo. Sin embargo, el budismo nos dice que esto no es del todo así.
Según el budismo, el ego es la concepción errónea del “yo” como una entidad que existe por sí misma. Es la idea de la naturaleza inherente del ego. La visión del “yo” sostenida por una mente que no ha comprendido el concepto de vacuidad. ¿Qué es la vacuidad? La carencia de existencia inherente de todos los fenómenos.
Como relataba el maestro budista zen Linji a sus discípulos:
“Amigos míos, no os equivoquéis. Todos los fenómenos, ya sean mundanos o supramundanos, carecen de naturaleza propia. Todos son no-nacidos y, por consiguiente, son meras designaciones, nombres vacíos. La expresión “mera disignación” es, por sí misma, vacía. ¿Por qué tomáis el nombre por la verdad? Si lo hacéis, os equivocáis”.
“Amigos míos, no os equivoquéis. Todos los fenómenos, ya sean mundanos o supramundanos, carecen de naturaleza propia. Todos son no-nacidos y, por consiguiente, son meras designaciones, nombres vacíos. La expresión “mera disignación” es, por sí misma, vacía. ¿Por qué tomáis el nombre por la verdad? Si lo hacéis, os equivocáis”.
Es posible que, si estás leyendo por primera vez el concepto de vacuidad, te resulte un poco complejo de entender. Indagar en la relación entre ego y budismo es una aventura que nos invita a descubrir nuevos términos y a cambiar o precisar un poco el significado de algunos que ya conocemos. Así que vamos a buscar al ego para comprender mejor estos dos conceptos.
Buscando al ego: ¿dónde está? ¿quién soy?
*¿Está en mi nombre? La respuesta es no. Podría llamarme de una forma o de otra y no tendría influencia en mi forma de ser.
*¿Está en mi nacionalidad? Tampoco. Podría haber nacido en un país u otro.
*¿Está en mis pensamientos? Aquí entramos en tierras pantanosas. Muchos afirman que somos lo que pensamos porque de los pensamientos surge la acción. Sin embargo, hoy puedo pensar una cosa y mañana otra. Por tanto, un pensamiento puede ser más o menos duradero, pero no soy ese pensamiento. ¿Cuántas veces hemos cambiado de opinión? ¿Cuántas veces hemos pensado que somos poco valiosos, pero nuestro entorno nos hace ver y creer todo lo contrario?
*¿Está en mis acciones? No siempre llevamos a cabo las mismas acciones. Podemos equivocarnos y aprender. Podemos repetir una y otra vez la misma acción, pero tenemos el potencial de cambiar nuestra conducta. Así que no existe una acción inherente que nos defina porque también es variable.
*¿Está en mi cultura o sociedad? Me podría haber tocado una cultura u otra. Es aleatorio. Además, a pesar de nuestra cultura también tenemos nuestra forma de ser, nuestra propia forma de pensar. Cuando viajamos, leemos, meditamos, estudiamos… puede producirse un cambio en nosotros que cambie nuestro condicionamiento social y cultural.
*¿Está en mi cuerpo? ¿En qué parte de mi cuerpo está el ego? ¿Soy mi cuerpo? Si un día tengo un accidente y me quedo sin piernas, ¿sigo siendo yo? En principio sí, pero sin piernas. Se supone que el ego no varía aunque no tenga piernas. Así pues, tampoco está en mi cuerpo.
“La mente nos define como ‘algo’ (‘alguien’) delimitado por las fronteras corporales, lo cual alimenta en nosotros la ‘creencia’ de que ‘estamos en el cuerpo'”. -Enrique Martínez Lozano-
Entonces, ¿Dónde está mi ego? ¿Quién soy?
Ego y apego
Como plasmó al sabio indio Shantideva en el libro Bodhisatvacharyavatara: “Cuando los seres corrientes perciben los fenómenos, los consideran como reales y no como ilusorios. Esto es sobre lo que no están de acuerdo los meditadores y la gente corriente”.
Así, poco a poco nos aproximamos al concepto más exacto de Vacuidad y de Ego.
Si observamos una mesa, podemos pensar: “es una mesa”. Y aquí entran en juego dos niveles de análisis: nivel relativo y nivel absoluto. A un nivel relativo podemos decir que sí, que tenemos delante a una mesa. A nivel absoluto, el discurso cambia. Si observamos la mesa con detenimiento, podemos empezar a descomponerla: cuatro patas sujetando un tablero. Si desmontamos la mesa, ¿dónde está la mesa? No hay mesa. Si volvemos a juntar las piezas, en teoría, volvemos a tener la mesa.
Este ejemplo pone de manifiesto que al conjunto de cuatro patas y un tablero colocados y encajados en una posición concreta le damos la identidad de mesa. Pero no dejan de ser cuatro patas y un tablero. Y este ejemplo tan sencillo es aplicable al ego. Cuando nos percibimos de forma estática e invariable, nos aferramos a nuestro Ego. O lo que es lo mismo, nos apegamos a él. Ego y apego van de la mano. “Yo soy así”, escuchamos muchas veces. No es más que una afirmación sobre la escasa conciencia de cambio que todos poseemos.
Cuando nos apegamos al ego, nace nuestra identidad férrea y con poca posibilidad de cambio. Sin embargo, todo cambia. Cuando liberamos la mente de una identidad estática estamos abiertos al cambio y a las circunstancias externas. De esta forma, la intensidad de nuestro sufrimiento baja.
“Si estás libre del apego no tienes el sentimiento de que algo te pertenece realmente”.-Lama Yeshe-
Ego, egoísmo y egocentrismo
Otro aspecto importante es que del ego nace el egoísmo y el egocentrismo. Al percibir el mundo desde nuestro Ego estático, queremos que todo cuanto acontece encaje con nuestras expectativas, con las ideas que tenemos de lo que debería suceder. “Yo soy así y las cosas deben ser como yo creo que deben ser”. Del ego surge el egocentrismo. Esto es, todo debe ser como yo creo que de ser. Si algo es diferente a mis expectativas sufro, me enfado, aparece la ira, etc. Y también surge el egoísmo, es decir, en nuestro mapa mental pasamos a ser Sol, pensando en lo que nos rodea como elementos girando a nuestro alrededor.
Como relata el psicoterapeuta, sociólogo y teólogo Enrique Martínez Lozano: “La vid y los sarmientos, el árbol y la rama, ¿son uno o dos? Una rama puede decir, con razón: “yo soy rama”, y también: “yo soy árbol”: No son uno ni dos; son “no-dos”. También postula que “dada la incapacidad de la mente para entender el no-dos, si se quiere acceder a la no-dualidad es preciso acallar la mente, pasando del “pensamiento a la atención”. Se aprecia entonces que la “separación es únicamente una creación mental”, y que "no existe nada separado de nada“.
¿Qué nos quiere decir Martínez Lozano? Que el ego lo percibe todo separado: “Yo y lo demás”. Cuando en realidad, no existe observador, acción de observar, ni objeto observado. Sino que todo es consciencia, pero debido a nuestros pensamientos contaminamos nuestra percepción de la realidad.
De esta forma, debido a todos nuestros pensamientos y condicionamientos, percibimos el mundo desde un Ego que hemos ido creando poco a poco. Pero se trata de un Ego artificial. Un ego que no tiene existencia como tal, sino que forma un conjunto de muchos aspectos y que todos ellos, además, son cambiantes.
“Miro, y las cosas existen. Pienso, y existo solo yo”.-Fernando Pessoa-
Ego y budismo: reflexión final
Antonio Blay expresaba: “Hay una sola Realidad. Pero no la vivimos directamente, sino a través de la mente, y la mente la fracciona: cuando la ve dentro, la llama “yo”; cuando la ve fuera, la llama “mundo”; y cuando la ve arriba, la llama “Dios”. Ante esto Martínez Lozano nos da una clave: “Prueba a ‘soltar la constricción’ que te ha llevado a encerrarte en (reducirte a) tu mente. ¿Qué eres cuando, en lugar de pensarte, sencillamente te atiendes? Tu yo nace de la mente; acalla la mente y notarás cómo el yo se disuelve; era solo una forma“.
Ego y budismo, sin duda, son dos conceptos que van de la mano. Si decimos profundizar en ello, nos daremos cuenta de un nuevo horizonte en nuestras vidas. De una nueva forma de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás. Así, hablamos de una senda para conocernos de forma diferente, novedosa y enriquecedora.
Francisco Javier Molas López en La mente es Maravillosa
Muy buen articulo
ResponderEliminarCoincido totalmente. Es un artículo excelente.
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