Multitud de personas, terapias y diferentes tendencias psicológicas, espirituales e incluso académicas han hecho suya esta frase: “Hay que vivir el presente”. Y es evidente que hay que hacerlo; es así, lo queramos o no, estamos viviendo siempre el presente.
Lo que acontece momento a momento nace y muere; otra cosa es que nos detengamos ante esta realidad y nos demos cuenta de ello, que nos decidamos a comprender lo que esto implica. ¿Estamos de acuerdo hasta aquí?
Lo que acontece momento a momento nace y muere; otra cosa es que nos detengamos ante esta realidad y nos demos cuenta de ello, que nos decidamos a comprender lo que esto implica. ¿Estamos de acuerdo hasta aquí?
Pero buceemos un poco más ¿qué implica vivir en el presente?, esto es lo que realmente nos da vértigo porque es imprescindible comprender, no intelectualmente sino como un hecho, que tanto el pasado como el futuro no existen. Y ¿qué ocurre entonces?, que se abre una inmensa sensación de vacío y nos enfrentamos a lo desconocido que es lo que la mayoría de los seres humanos evitan, desde el principio de los tiempos.
Al no querer permanecer, “Ser”, en ese vacío, comenzamos a llenarlo de cosas: deseos, sentimientos, emociones, pensamientos, metas de todo tipo: profesionales, sentimentales, económicas, sociales... ¿Qué ocurriría si permaneciésemos contemplando ese vacío, viviéndolo profundamente?
Ese estado debe ser experimentado individualmente por cada uno de nosotros. Es el estado en que “somos” de verdad. Permanecer en silencio, dedicando un tiempo a adentrarnos en ese vacío que tanto nos asusta es la puerta de entrada al misterio más grande del universo: nosotros mismos. Y hay dos clases de seres en el mundo: los que viven desde ese inmenso silencio y los que no.
De ahí la unidad entre todos nosotros, no la división, porque el destino único de la humanidad es ese silencio: nuestro verdadero SER y ahí está todo. El pensamiento no lo entiende, no os esforcéis, pero es que no somos el pensamiento, ni la emoción ni el sentimiento, somos algo mucho más allá donde los negocios del Ego no tienen ninguna importancia.
Elena Carrera en Cartas con conciencia
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