“¿Por qué no puedo dejar de pensar?”.
Puede que seas una de esas personas que creen que hay que vivir sin pensamiento para poder ser feliz o vivir en paz. Quizá creas que el pensamiento es el enemigo y dedicas tu tiempo y energía a tratar de erradicarlo. Este tipo de creencias refuerzan la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza y perpetúan el malestar psicológico, ya que, por un lado, parten de la base equivocada de que deben darse ciertas condiciones para poder realizar la paz y la felicidad que somos, y, por otro, presuponen que existimos como una entidad que tiene control sobre el pensamiento.
Cualquiera
de nosotros, siempre que alberguemos un mínimo de interés en descubrir
el funcionamiento de la mente, podemos, a través de prácticas como la
meditación y la auto-observación, advertir cómo el pensamiento surge en la conciencia sin control alguno por nuestra parte.
Si
eres de los que aún creen que pueden controlar el pensamiento, te
invito a realizar una práctica muy sencilla. En este mismo momento, cierra los ojos, aquiétate, y trata de pasar unos minutos sin pensar.
Detente y advierte si surge o no pensamiento. Date cuenta de cual es el
siguiente pensamiento que entra en escena una vez hayas tomado la
decisión de no pensar. Si albergas un mínimo de honestidad es más que
probable que no te quede otra que reconocer que la aparición o no de
pensamientos no está bajo tu supuesto control.
Este conocimiento vivencial que muestra la ausencia de control sobre el pensamiento es la base sobre la que puede asentarse el verdadero auto-conocimiento, que desemboca en la realización de la auténtica paz.
La primera consideración a tomar en cuenta, cuando hablamos del pensamiento, es que cada órgano tiene su función y que la función de la mente es generar pensamientos,
igual que la del hígado es segregar bilis, la del corazón es bombear
sangre y la de los pulmones, entre otras cosas, favorecer la entrada y
la salida del aire.
Que
la mente piense es lo natural y escapa a tu control. Lo importante a
advertir aquí es que la cantidad y la calidad del pensamiento que
aparece en la experiencia se va ajustando a medida que nuestra verdadera
naturaleza va siendo descubierta.
El
camino de la meditación, como vía de auto-conocimiento, no propone una
vida sin pensamientos.
El pensamiento no es el malo de la película. La
realización interior no pasa por luchar contra el pensamiento y
derrotarlo, sino más bien por advertir ,en la experiencia directa, cómo la
aparición o no del pensamiento no afecta a la paz que somos. Aunque, es
cierto que a medida que el meditador profundiza en el conocimiento de sí mismo, se reducen los pensamientos que aparecen en él.
¿Quiero decir con esto que el meditador vive sin pensamientos? No, en absoluto.
Un tipo de pensamiento irá desapareciendo y otro se irá afinando. Para
exponer este tema voy a hacer una distinción entre estas dos posibles
tipologías de pensamiento: a una le llamaremos pensamiento egoico y a la
otra pensamiento presencial.
Un
pensamiento es egoico cuando proviene del sentido de carencia, del
malestar y la insatisfacción existencial, del sentido de separatividad,
que es la raíz del ego. Este es un pensamiento que surge como
compensación, es un pensamiento que emerge para compensar el malestar.
Así, la atención se desvía evitando tener que afrontar el malestar de un
modo directo y pleno. Este pensamiento puede tomar la forma de
justificación, queja, culpabilización, evitación, distracción,
ensoñación, etc…
En
cambio, podemos decir que un pensamiento es presencial, cuando no surge
como un modo de compensar un malestar existencial, cuando es adecuado a
la situación presente, cuando es funcional, necesario, aplicable a lo
que está sucediendo en el momento.
Tipos de pensamiento egoico:
- El pensamiento-interferencia, que es aquel pensamiento que interfiere en la acción presente. Puedes estar llevando a cabo una acción y te van surgiendo pensamientos que interfieren, que complican, que resisten, que distraen. Estás haciendo algo y de repente surge un pensamiento que dice: “uy, deja mejor eso para luego, que hay cosas más importantes que hacer” o “voy a ver esto en internet primero” o “voy a llamar ahora a Marta y luego ya…”… Este tipo de distracciones, interferencias, resistencias, aparecen sobre todo cuando se está dando una acción que no nos gusta o que no estamos disfrutando mucho, y entran en juego ciertos tipos de malestar como el aburrimiento o la ansiedad, que el sistema trata de compensar a base de pensamiento-interferencia.
- El pensamiento-debería, que es aquel pensamiento que nos dice que algo debería haber sido distinto a como fue o que debería estar siendo distinto a como está siendo en este instante. Es un tipo de pensamiento que dice “ay, si esto lo hubiera hecho así”, “si aquel no me hubiera hecho aquello”, “si no hubiera dicho eso”… Darle vueltas a situaciones pasadas desde la ignorancia, la inmadurez y la incapacidad de ver que era inevitable: lo que ha sucedido no podría haber sucedido de otro modo. Este tipo de pensamiento-debería es de nuevo un pensamiento egoico, que emerge tratando de compensar el malestar, ya sea frustración, impotencia, tristeza, rabia, etc…
- El pensamiento-proyección, que es aquel pensamiento que nos proyecta a un futuro en el que se podrían dar unas condiciones que supuestamente nos permitirían estar mejor, más en paz, más felices. Es un pensamiento egoico que te proyecta a un futuro y coloca la paz y la felicidad en lo externo, en los posibles cambios, situaciones, condiciones,… ésta es la esencia del movimiento egoico que perpetua la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza y el sufrimiento psicológico. Se activa el malestar existencial en forma de insatisfacción y surge toda una proyección de situaciones futuras en forma de pensamiento-proyección que tratan de compensarla.
- El pensamiento-ensoñación, que es aquel pensamiento que nos evita encarar el malestar de fondo (aburrimiento, ansiedad, tristeza,…) compensándolo con un mundo mental imaginado y fantasioso, una cascada de pensamientos en forma de fantasías rosas a modo de bálsamo donde sumergir y atenuar momentáneamente el malestar existencial de fondo.
- El pensamiento-porqué, cuando el malestar es compensado en la búsqueda sin fin de porqués y la mente se pierde en posibles causas que no aportan paz real sino mero entretenimiento que evita encarar la insatisfacción.
Este
tipo de pensamiento, el pensamiento egoico, es el que va desapareciendo
a medida que se va transitando el camino de la meditación como vía de
auto-conocimiento. Pero va desapareciendo no porque luchemos contra él,
sino porque cada vez nos interesamos menos por él y más por nuestro sentir de fondo, lo cual favorece que se cree un espacio de consciencia donde el sentido de carencia y separatividad (ego) puede ser reintegrado.
A
medida que desaparece el sentido de carencia, desaparece el malestar de
fondo. Y a medida que desaparece la insatisfacción, desaparece el
pensamiento egoico. Lo que trato de señalar es que a menor malestar, menor pensamiento egoico, que, como hemos dicho, es aquel que brota del malestar, como una forma de compensación.
¿Por qué no puedo dejar de pensar?
Así que la respuesta más directa y sencilla que se me ocurre a la pregunta: “¿Por qué no puedo dejar de pensar?”, sería: dejar de pensar no es algo que esté bajo tu control.
Pero
lo interesante y lo valioso no es archivar esta respuesta como si fuera
un dato informativo, sino tratar de corroborarla por nosotros mismos,
tratar de comprobar si esta respuesta se ajusta o no a nuestra propia experiencia.
Vivenciar
por uno mismo esta ausencia de control sobre el pensamiento en cierto
grado e intensidad es vital ya que algo sucede en el proceso mental
cuando la vamos realizando con mayor profundidad y claridad.
¿Qué sucede cuando comprendemos vivencialmente nuestra ausencia de control sobre el pensamiento?
Pues
que de un modo natural el pensamiento egoico va dejando de ser
atendido. Cada vez está más claro que pensar no es una acción que
llevamos a cabo sino que son los pensamientos los que simplemente
aparecen.
Este
descubrimiento va cambiando la calidad y la cantidad del pensamiento.
Ya no consideramos al pensamiento como algo propio, sino que pasa a ser
más bien como un ruido de fondo, como el sonido del tráfico. ¿A quién le interesa el ruido del tráfico?
En
conclusión, el pensamiento egoico no desparece como consecuencia de una
lucha que ganas y así lo sometes, sino como fruto de una perdida de
interés en él que se torna en un mayor interés por el sentir y lo
sensorial y que desemboca en la realización de la paz esencial.
La paz se encuentra en ti, es lo que eres.
El
meditador, de forma natural, descubre cada vez con mayor asombro y
sencillez la paz en lo interno, como una nueva perspectiva interior,
y no en lo externo: en las cosas, en las situaciones, en las
relaciones, en las experiencias… por lo que el pensamiento egoico se va
desactivando a medida que vamos realizando la paz y el contento
interior.
A
medida que la meditación va madurando, la paz del meditador cada vez
depende menos de las cosas, de las situaciones, de las relaciones, y así
se va trasmutando esa forma de funcionar que se deriva de la ignorancia
de nuestra verdadera naturaleza. Y todo ese pensamiento egoico que se
expresa como toda esa necesidad de hacer, de controlar, de cambiar, de
poseer, de acumular, de reformar, va siendo purificado poco a poco… dando
lugar a otra forma de funcionar, una forma de funcionar presencial
donde aparecen los pensamientos adecuados a la situación presente,
pensamientos funcionales, creativos y frescos.
Fuente: Datelobueno
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