“He vivido con varios maestros zen… todos eran gatos”.
“Creo que los gatos son espíritus que han bajado a la tierra”.
“No hay nada más dulce que la sensación de paz que infunde cuando duerme; nada más vivo que su naturaleza cuando se mueve”.
Estas son algunas frases que cualquier amante de los gatos podría pronunciar. Pero, ¿por qué son tan increíbles estos felinos domesticados (o semi domesticados)? Una respuesta podría ser que ellos se limitan a vivir sin preocupaciones. Los humanos, desde tiempos inmemoriales, los consideran monjes meditativos en miniatura, incluso divinidades.
Los gatos nos enseñan otra forma, algo así como el Mindfulness, el arte de vivir conscientemente el presente. Ellos comen cuando tienen hambre, beben cuando tienen sed, duermen cuando tienen sueño y sólo viven el presente, instante a instante. Como no tienen que complacer a nadie, salvo a ellos mismos, hacen felices a quienes los rodean
Nosotros, la especie humana, nos creamos un montón de problemas. Nunca paramos. Nuestra principal ocupación es: buscarnos ocupaciones. No nos permitimos el lujo de hacer una pausa. Además, nos cuesta expresar lo que sentimos, queremos expresar una cosa, pero decimos querer otra. Hablamos en voz alta, aturdimos al que tenemos enfrente. Pasamos nerviosos por la vida, agitados. Siempre perseguimos algo más, como si la vida que vivimos no fuera suficiente. Si observáramos mejor a los gatos, sin duda viviríamos en un mundo más sereno.
Estos consejos nos sumergen en un mundo Catfulness:
1. Quietos y relajados
Si te pasás la vida pensando y haciendo, haciendo y pensando, es como no vivir. ¿Por qué no parás, te relajás y observás lo que te rodea? El mundo sigue girando sin tus angustias y preocupaciones. A la distancia observá, desde el lugar más alto del salón.
2. Todo puede ser un juego
El juego es un experimento continuo, pone a prueba los cinco sentidos y te permite descubrir cosas nuevas sobre vos mismo y el mundo. No te conformes con tus pasatiempos de siempre, tan conocidos. Buscá nuevos juegos o transformá en juego tus hábitos. No estás loco, los locos son quienes creen que el juego termina en la edad adulta.
3. Tené paciencia
Los gatos pueden quedarse horas inmóviles frente a la madriguera de un ratón. No existe ningún reloj, ni de pared ni interior cuando está en juego un objetivo tan importante. Por eso un maestro sufí, a la pregunta: “¿Quién te enseñó a meditar?”, contestó: “Un gato agazapado frente a la madriguera de un ratón”.
4. No abandones la curiosidad
¿Qué se esconde detrás de un mueble? ¿Qué verás si subís al punto más alto de la casa? No abandones nunca la curiosidad y la vida te seguirá dando, día tras día, sorpresas pequeñas o sensacionales.
5. Sumergite en el verde
Cuando la ansiedad te venza, abandonala. Salí al balcón, cuidá de tus plantas, o da un paseo por el parque. Allí, rodeado de verde, donde la vida sigue los ritmos ancestrales de la naturaleza, donde la hierba crece sola, sin necesidad de que intervengas, vas a encontrar la paz en un instante.
6. Día de descanso
Hoy es domingo: descansá. Borra la palabra “deber” de este día, deja que la mente se vacíe… Y sobre todo no pienses que mañana vuelve a ser lunes. Mañana es mañana, y ahora es ahora.
7. No te enamores del ritmo frenético
Quienes tienen la agenda llena, viajan y asisten a mil actos sociales que parecen fascinantes. Pero en realidad el ritmo frenético no es tan interesante. Los gatos hacen pocas actividades, siempre las mismas, y viven muy bien así.
8. ¿Qué es correcto y qué es incorrecto?
En la vida no existen lo “correcto” y lo “incorrecto”, esos son postes para atar burros. Es lo que dice un antiguo proverbio zen. No hagas todo como siempre, de forma “correcta”. Los gatos siempre recorren nuevos caminos: suben, pasan por encima del escritorio, a veces se caen.
9. Si querés decir algo, decilo
El silencio puede ser tu peor enemigo. Cuando desees mucho algo, hacé que tu voz se oiga fuerte, aunque puedas herir la sensibilidad de alguien. Exteriorizá tus emociones; si no, todo lo que no dijiste quedará en tu interior y te irá devorando lentamente.
10. Cambiá las costumbres
Nada te impide cambiar tus costumbres si así lo deseás. ¿Por qué vas a dormir siempre en tu cama si en casa hay otros lugares donde tomar una siesta? Si huís de las costumbres, vas a descubrir que el único lugar seguro e inmutable es tu interior; no importa donde estés.
11. Levantate y retomá el camino
Podemos caernos, herirnos o decepcionarnos, pero luego nos tenemos que levantar. Y, caída tras caída, aprendemos a esquivar los golpes, a reconocer a distancia los peligros, pero también a no dejarnos vencer y a soportar lo que pueda ocurrir. Los gatos tienen siete vidas, y cada vez que renacen son más felices.
12. El miedo es algo pasajero
Las emociones tienen un tiempo limitado. Llegan para iluminar u oscurecer la mente, y tal como llegan, se van. Así ocurre con el miedo, la emoción que te protege del peligro. Cuando la emergencia pase, no sigas pensando en el peligro ni en los riesgos que corriste. Liberá tu mente y dejá espacio a emociones nuevas y positivas.
13. Aprendé a decir que no
No estás obligado a hacer lo que quieren los demás. Aprendé a decir que no. Al principio te va costar, pero después será tu mejor arma para una vida más serena.
14. No busques siempre en otra parte
No creas que las maravillas y los descubrimientos están siempre lejos, en otra parte. Los gatos sueñan con pasarse la vida en lugares que ya conocen: un sofá o la alfombra en la que se liman las uñas. Un escritor dijo: el verdadero viaje no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener nuevos ojos.
15. Sé tuyo y sólo tuyo
No permitas que los demás te consideren una propiedad suya, o peor aún, una conquista. Dentro tuyo hay una parte pura y profunda que nadie podrá aferrar ni someter. Conservala siempre, aun a riesgo de parecer huraño.
16. Mantené la casa limpia
Tu casa es tu pequeño reino, el lugar donde estar tranquilo. Mantenlo limpio y ordenado y el orden y la limpieza se convertirán en un orden y una limpieza interiores, que te permitirán ver con mayor claridad tus emociones.
17. Dormí la siesta
El ocio es un arte. En un mundo que corre a toda velocidad y se concede pocas pausas, redescubrí el placer de un bostezo o de una breve siesta.
18. Da las gracias
Si sos feliz, agradecelo sin pensarlo. Los gatos dan las gracias con mimos, o dejando un regalo a los pies de la cama. Vos podés hacerlo con una sonrisa, una palabra amable dedicada a quien mejoró tu día. Y cada mañana al despertar, dale las gracias a la vida.
* Basado en el libro “El método Catfulness. Un gato nos enseña qué es la felicidad”, de Paolo Valentino (Editorial Urano).
Fuente: Clarín
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