A veces, con sólo echar un vistazo a un problema podemos identificarlo como algo poco importante, alejarlo de la mente y seguir con nuestra vida. Pero hay problemas que exigen que los afrontemos seriamente. Para eso están los ejercicios de meditación.
Antes de intentar solucionar un problema, sin embargo, el primer paso es reconocerlo y aceptarlo. Mucha gente intenta apartar o reprimir los problemas graves. Sabemos que la dependencia hace que los problemas empeoren, y lo mismo ocurre con la represión. Es otra forma de dependencia del yo, pues estamos catalogando el problema como algo que hay que evitar a toda costa. Mientras nos aferramos a esa visión negativa, oprimimos nuestra verdadera naturaleza intentando apartar de la mente lo que no queremos.
Es posible que, si intentamos apartar los problemas que necesitan solución, nos libremos de ellos por un tiempo, pero desgraciadamente suelen reaparecer e incluso empeorar. Si en lugar de identificar el problema tratamos de disimularlo, es como si practicáramos una operación quirúrgica con los ojos cerrados.
Para hallar un remedio es preciso ver y aceptar claramente el problema. Por otra parte, no es necesario que compliquemos el problema, por muy grave que parezca, imaginándolo como algo más difícil de lo que realmente es. Aunque las emociones nos traicionen, contamos con el intelecto para convencernos de que podemos solucionar el problema.
Una posibilidad es recordar que otras personas han logrado solucionar problemas como el que poseemos nosotros ahora. Quizá sea incluso más útil recordar que tenemos una gran sabiduría, fuerza y resistencia internas, aunque no siempre lo sintamos o lo sepamos por culpa de nuestras aflicciones superficiales. Si permitimos que los problemas nos afecten excesivamente, la rueda del sufrimiento no hará sino girar más deprisa.
Después de reconocer un problema, hemos de estar dispuestos a hacer lo que sea necesario para remediarlo. Debemos estar convencidos de que podemos mejorar nuestra vida. Hay gente que, consciente o inconscientemente, se aferra a los problemas. Algunos dicen: «Me gusta la confusión; es la sal de la vida.» Pero a lo mejor lo que en realidad quieren decir es que les gusta sufrir. Nuestro objetivo debe ser poner fin al sufrimiento. Si estamos verdaderamente dispuestos a alcanzar el bienestar, nos resultará más fácil enfrentarnos a los problemas y tolerarlos, y es posible que algunos que creíamos permanentes e irresolubles se desvanezcan sin dejar rastro. Hemos de ser hábiles y voluntariosos, y ayudarnos a nosotros mismos empezando inmediatamente, antes de que tengamos que enfrentarnos a un problema grave.
Como dice Shantideva: Si te has preparado bien, no hay nada que no pueda resultar fácil. Primero debes aprender a tolerar los pequeños problemas, y luego podrás tolerar los grandes.
TolkuThundop en El poder curativo de la mente
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