CONFUCIO Y LAO TZE



Virtud y benevolencia 

Cuando Confucio fue al oeste quiso obsequiar ejemplares de sus obras a la Casa Real de Chou. Un discípulo le aconsejó: 
-He oído que allí vive un viejo bibliotecario ya retirado, llamado Lao-Tzu. Si tu propósito es lograr que esos libros sean aceptados en la Biblioteca, lo mejor será ir a verlo para obtener su recomendación. 

Confucio encontró buena la idea y al punto hizo una visita a Lao-Tzu. Éste recibió el proyecto con mucha frialdad. Semejante acogida no impidió a Confucio desenrollar sus libros. Lao- Tzu lo interrumpió: 
-Esto nos va a quitar mucho tiempo. Dime la substancia del asunto. 

A lo que respondió Confucio: 
-La substancia es virtud y benevolencia. 

-¿Podrías decirme -repuso Lao-Tzu- si esas cualidades son innatas en el hombre?. 
-Claro que lo son, -afirmó Confucio-. Recuerda el proverbio acerca del caballero: sin benevolencia no prospera; sin virtud no puede vivir. Ambas forman parte de la verdadera naturaleza humana. 

-¿Y qué quieres decir con virtud y benevolencia? -preguntó LaoTzu. 
-Un corazón recto; un afecto general e imparcial a todos los hombres por igual. 

-Hum, lo segundo suena un poco peligroso - dijo Lao Tzu-. Postular un afecto igual a todos los hombres es una exageración; decidir de antemano que se les va a amar con imparcialidad, es ya tomar partido, ser parcial. Si de verdad quieres que los hombres no pierdan sus cualidades innatas, lo mejor que podrías hacer es estudiar cómo el cielo y la tierra prosiguen su eterna carrera, cómo el sol y la luna preservan su luz y las estrellas sus filas compactas, cómo viven los pájaros y los animales, cómo árboles y arbustos cambian de estación en estación. Así aprenderás a conducir tus pasos según el ritmo secreto del poder interior y podrás caminar el camino que camina la naturaleza. Pronto llegarás a un estado en el cual no tendrás necesidad de ir de aquí para allá, predicando virtud y benevolencia corno los pregoneros de pueblo que nos aturden golpeando sus tambores y preguntando si alguien ha visto al niño perdido. ¡Lo que tú haces con tu prédica es partir en dos la naturaleza humana!.

Octavio Paz en  Chuang-Tzu

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