Foto: Inma Sainz de Baranda
Lama Jampa Monlam,
que vivió en silencio meditativo durante treinta años
"Tengo 90 años. Nací en Tíbet, en una familia de nómadas, y vivo en Katmandú (Nepal). El propósito de los políticos es, como el de todos, ser feliz. Hay que buscar las raíces de la felicidad para cultivarla, y las del sufrimiento para abandonarlo. Hay mucho desarrollo material, pero hace falta desarrollo interno"
Alegre y Sabio
Su sola presencia lo pone todo en su lugar, una calma cálida se expande. La felicidad viene de dentro, no la encontraremos fuera, dice. Para no sufrir, hay que cultivar la mente. “¿Qué más?”, te preguntas sabiendo que durante 30 años su quietud le convirtió en un lugar de reposo de los pájaros. Entender el alcance de sus palabras requiere detenerse. La invasión china le obligó a huir de Tíbet, y lo hizo con una reliquia bajo el brazo, la cabeza de un insigne lama que quería entregar al Dalái Lama, pero no pudo acceder a él y vivió un año en las calles de Dharamsala, hasta que el Dalái Lama soñó que alguien tenía algo que entregarle. Desde entonces son viejos amigos.
Visitó Barcelona invitado por el centro de meditación Tushita.
Treinta años en silencio meditativo?
Dirigía un monasterio, pero decidí abandonar para hacer ese largo retiro: comencé a los 49 años y acabé a los 79.
¿Por qué?
Los médicos tibetanos son también astrólogos y
entienden el cuerpo humano como un todo conectado con el universo. Mi
médico astrólogo me dijo que mi vida terminaba a los 49 años.
Y usted quería vivir más...
Sí, porque no había tenido tiempo de cultivar la paz y la felicidad en mi interior.
¿Qué ha aprendido en esos años?
Al
principio fue muy difícil porque mi mente todavía no estaba domada,
pero fui apaciguándola y entendiendo poco a poco cómo actúa y por qué
sufrimos.
Pero si usted entró en un monasterio a los seis años, ya meditaba, ya comprendía...
Meditaba
y practicaba para desarrollar una mente de amor y gentileza hacia los
otros, pero lo hacía a base de voluntad y comprensión intelectual, pero
yo no era una mente en paz.
¿Cuál es la diferencia?
Ahora
cada célula de mi cuerpo conoce la causa de nuestro sufrimiento y he
podido desarrollar esa mente de amor hacia los otros sin expectativas,
sin esfuerzo ni condescendencia, sin necesidad de planteármelo. Soy
simplemente feliz.
Entiendo.
Ahora cuando la gente me
habla de su sufrimiento tengo la certeza de que ese sufrimiento está en
su interior, que no depende del afuera, y puedo guiarles hacia una
mente clara.
¿Cómo se hace?
Desenmascarando los
engaños mentales, esas emociones aflictivas como el orgullo, el apego,
el enfado y otras mentes dañinas que son adventicias, que no forman
parte intrínseca de nuestra mente y, por lo tanto, se pueden eliminar.
¿Por qué están tan arraigados?
Porque nos enseñan a hacer, a ser, pero no quiénes somos.
¿Cómo desarrollar esa mente sabia en nuestras ajetreadas vidas?
El
mundo se ha hecho tan pequeño, influimos tanto los unos en los otros,
que es necesario que trabajemos juntos. Científicos, psicólogos,
representantes de diferentes religiones, humanistas, filósofos...,
juntos debemos cambiar el enfoque de fuera a dentro por lo contrario.
De dentro a fuera.
Exacto,
porque, si no, nada tiene sentido. Nos casamos, tenemos hijos, amigos,
trabajos…, y hacemos todo eso para ser felices, sin éxito.
Ya.
...Esas
cosas buenas de la vida en las que ponemos todas nuestras esperanzas
están irremediablemente unidas al sufrimiento si no somos capaces de
observar la propia mente e identificar las emociones dañinas. Estamos
llenos de voces aflictivas (apego, enfado, orgullo, avaricia, rabia,
ego, miedo… ) y creemos que esas voces somos nosotros.
Es difícil corregir lo que no identificas.
Por
eso necesitamos que la ciencia, la sociología y la religión investiguen
juntas y nos ayuden a comprender. Juntos..., estemos juntos.
Es una propuesta interesante.
De la misma manera que hacemos yoga para tener nuestro cuerpo sano, debemos practicar para tener la mente sana.
¿De qué manera?
Ejercicios
cotidianos de escucha a uno mismo, de conexión. Eso nos lleva a una
mente positiva, que es la única capaz de bondad. Comprender que el
sufrimiento surge de ti mismo es algo radicalmente transformador que
cambia tu mirada hacia el mundo y, por tanto, cambia el mundo. Es
poderosísimo.
¡Ha invertido usted 30 años!
Toda la vida, porque la desconexión de uno mismo es enfermedad, es confusión, es locura.
Está claro.
Mi
gran responsabilidad es mantener mi mente pura. Así he encontrado la
felicidad dentro de mí y puedo transmitir, irradiar felicidad a los
otros, contagiarlos, cuando están a mi lado.
Dicen que entró usted en el retiro con el pelo blanco y salió con el pelo negro.
Yo
le cortaba el pelo a un lama anciano que vivía cerca de mi monasterio y
que siempre bromeaba: “Tienes el pelo completamente blanco, je je,
pareces tú más anciano que yo, algo haces mal”.
¿Qué hacía mal?
Me
esforzaba. Comprendí que para ser feliz tenía que soltar, estaba
aferrado a mi sufrimiento. La felicidad es salud. Fue así como mi pelo
se volvió negro, y entonces comprendí.
¿Por qué decidió abandonar el retiro?
Apenas
comía. Una doctora italiana, que me visitaba desde hacía muchos años,
me propuso que fuera a su país: “Así yo puedo nutrir tu cuerpo y tú ver
un poco de mundo”. Me animé, conocí a más personas que me pidieron que
les diera algunas enseñanzas, y no supe negarme.
¿Qué le ha sorprendido del mundo?
La rueda del sufrimiento humano.
Quien sufre inflige sufrimiento. ¿Cómo cultivar la felicidad genuina sin ser monje?
Hay
que estar alerta a nuestro enemigo, la mente aflictiva cuyo producto es
la rabia. Y cuando te sientes ofendido por un comentario o una actitud
ajena, hay que recurrir al amor, la paciencia, la tolerancia y la
amabilidad.
Pero...
...Sin cuestionarlo, se ha de convertir en un acto reflejo: acudir a la esencia.
Fuente: La Vanguaradia- La contra
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