Lo único que se escuchaba detrás del silencio era el teclado de algún administrativo despistado. La gran mayoría de mesas de la oficina principal del Ministerio de Viajes Temporales estaban ya vacías.
Con paso ligero, el Secretario General salió de su despacho y atravesó los pasillos mientras sonreía divertido, pensando en que sería el Ministerio más breve de la historia del país. Al menos, en el presente.
Con paso ligero, el Secretario General salió de su despacho y atravesó los pasillos mientras sonreía divertido, pensando en que sería el Ministerio más breve de la historia del país. Al menos, en el presente.
Desde que las Cámaras habían aprobado la ley propuesta por el Gobierno para la legalización de los viajes en el tiempo, el país se estaba vaciando a un ritmo más acelerado que los años anteriores. Después de todo, sólo se había regulado lo que ya estaba ocurriendo en la intimidad de los hogares de todos los ciudadanos y que resultaba imposible de evitar.
Cuando entró en el despacho del Subsecretario, éste ya se estaba poniendo el abrigo para salir lo antes posible y alzó la mano para que el Secretario General le entregara las últimas estadísticas de obligado reenvío al Ministro.
—¿Y bien? ¿Las has ojeado?
—Justo como sospechábamos: los autónomos y emprendedores han optado por emigrar al futuro, mientras que los funcionarios y parados han decidido volver al pasado.
—Se veía venir.
Román G. Camas
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