El Buda motivaba a sus discípulos a encontrar su propio camino, a no confiar en Maestros carismáticos, en la tradición o en la costumbre, a menos que lo que se les presentara fuera confirmado por la experiencia personal.
Les aconsejaba que fueran una lámpara para si mismos.
Paradójicamente esto encaja bien con el pensamiento crítico e independiente de la cultura occidental. Pero esta paradoja hay que situarla en su contexto temporal, cultural y sociológico, porque aquí en occidente hemos abusado de la confianza en nuestras posibilidades, hasta el punto de creernos y entendernos separados e independientes de todo. Ahora está volviendo la luz, de la mano de una ciencia que va convergiendo con la sabiduría profunda de las más antiguas tradiciones espirituales del género humano.
Cuando se comienza la práctica de un camino espiritual, es porque aflora la necesidad de “algo” que está aun más allá de nuestra propia experiencia e inteligencia.
Se busca otro punto de acceso; un punto de acceso radical y repentino. Un camino distinto.
Las cosas tal como “es”, decía el Maestro Zen Shunryu Suzuki. El acceso directo a un mundo espiritualizado, un mundo eterno que es el único mundo real.
Este mundo verdadero, mas allá de la visión condicionada que tengamos de el, es ya un mundo budico perfecto, si tan solo pudiésemos abrir el ojo de la visión vacía y verlo tal como es.
No existe un método fijo y particular, un camino único para que acontezca el despertar al mundo de las cosas tal como “es”.
En realidad todo constituye potencialmente un medio para caer en la cuenta, pero la atención, la concentración, la meditación y la contemplación, siempre son medios hábiles que nos permiten estar presentes en cuanto acontece. Dependiendo de las circunstancias, el medio hábil también puede ser una manta, la comida, un contratiempo o el solo escuchar. Nada queda fuera de la práctica del despertar.
El maestro Zen Hsuan Chien, se llena de barro hasta el cuello y apuntando, hasta casi perderte, dice:
No existe un método fijo y particular, un camino único para que acontezca el despertar al mundo de las cosas tal como “es”.
En realidad todo constituye potencialmente un medio para caer en la cuenta, pero la atención, la concentración, la meditación y la contemplación, siempre son medios hábiles que nos permiten estar presentes en cuanto acontece. Dependiendo de las circunstancias, el medio hábil también puede ser una manta, la comida, un contratiempo o el solo escuchar. Nada queda fuera de la práctica del despertar.
La practica no es algo que se hace o se deja de hacer, la practica es uno mismo, constantemente, aquí y ahora.
El maestro Zen Hsuan Chien, se llena de barro hasta el cuello y apuntando, hasta casi perderte, dice:
Aquí donde estoy, no hay verdad alguna que pueda comunicarte. Mi deber es aligerar la pesada carga de peso muerto que llevas a la espalda. Mi misión es destruir todo aquello que te ata y te convierte en un esclavo. Mi deber es matar todo aquello y a todo aquel que se interponga entre ti y tu mismo.
El mundo de las cosas tal como “es”, es un mundo para el despertar y el goce, pero la mayor parte de las personas no lo saben y continúan hundidos y encerrados en la visión condicionada y programada; apegados y encadenados a un mar de deseos y sufrimiento.
Amor es también la esencia de ese anhelo profundo, que se manifiesta en el ser humano para descubrir y alcanzar algo mucho más grande e inclusivo, no fuera de nuestra vida, sino en nuestras vidas.
Este es el mundo que aparece con esa visión limpia y vacía de todo condicionamiento; un mundo de encuentro tras encuentro en el que todo converge y nada esta separado.
En este despertar, ser es compartir y amar como la esencia misma de nuestro reconocimiento y de un despertar mutuo y compartido.
Cuando Buda gira la flor, transmite la maravilla de las cosas tal como “es”, pero en realidad no hay nada que transmitir.
Cuando se gira la flor, lo autentico se reconoce en lo autentico, aflora la sonrisa. Se corrobora el reencuentro. Por eso hay que hacer girar la flor, para que se produzca la sonrisa.
Es la activación de la causa primigenia de la creación, el Amor y la Compasión. Toda una labor de disponibilidad desde la comprensión y la liberación. Esa es la trayectoria en “las diez mil direcciones”.
El mundo de las cosas tal como “es”, es un mundo para el despertar y el goce, pero la mayor parte de las personas no lo saben y continúan hundidos y encerrados en la visión condicionada y programada; apegados y encadenados a un mar de deseos y sufrimiento.
Y la verdadera trayectoria de la Realidad que se manifiesta al despertar, va hacia la supresión de apegos y sufrimientos, desde el Amor.
Amor es también la esencia de ese anhelo profundo, que se manifiesta en el ser humano para descubrir y alcanzar algo mucho más grande e inclusivo, no fuera de nuestra vida, sino en nuestras vidas.
Este es el mundo que aparece con esa visión limpia y vacía de todo condicionamiento; un mundo de encuentro tras encuentro en el que todo converge y nada esta separado.
En este despertar, ser es compartir y amar como la esencia misma de nuestro reconocimiento y de un despertar mutuo y compartido.
Cuando Buda gira la flor, transmite la maravilla de las cosas tal como “es”, pero en realidad no hay nada que transmitir.
Cuando se gira la flor, lo autentico se reconoce en lo autentico, aflora la sonrisa. Se corrobora el reencuentro. Por eso hay que hacer girar la flor, para que se produzca la sonrisa.
Es la activación de la causa primigenia de la creación, el Amor y la Compasión. Toda una labor de disponibilidad desde la comprensión y la liberación. Esa es la trayectoria en “las diez mil direcciones”.
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