"...¿Pero qué es un hombre verdadero? Los hombres verdaderos de la antigüedad. no pasaban por encima del débil, no lograban sus fines por la fuerza bruta y no se rodeaban de consejeros.
Y podían, por lo tanto, alcanzar las más grandes alturas, sin temer mojarse al entrar en el agua, ni quemarse al pasar por el fuego. Esa es la clase de conocimiento que llega a las profundidades del Tao.
El hombre verdadero de la antigüedad dormía sin sueños, y despertaba sin preocupaciones.
Comía indiferente al sabor, y respiraba profundamente. Porque los hombres verdaderos traían aire de sus talones; y los hombres comunes sólo de su garganta.
Comía indiferente al sabor, y respiraba profundamente. Porque los hombres verdaderos traían aire de sus talones; y los hombres comunes sólo de su garganta.
El hombre verdadero de la antigüedad no sabía lo que era amar la vida u odiar la muerte. No se regocijaba con el nacimiento ni trataba de impedir la disolución. Indiferente venía e indiferente se iba. Eso era todo. No olvidaba de dónde había surgido, ni nunca preguntaba cuando había de ocurrir su retorno hacia allá. Aceptaba la vida alegremente, aguardando con paciencia la restauración final.
Esto es lo que se llama no apartar el corazón de Tao, y no tratar de suplir lo natural por medios humanos. El que reuniera estas virtudes podría llamarse un hombre verdadero....."
No hay comentarios:
Publicar un comentario