Paseaban los tres por el jardín que el Maestro iba mostrándole a Ting Chang, cuando Sergei preguntó:
- Maestro, ¿por qué hay gente feliz y personas infelices, ricos y pobres, vencedores y vencidos? ¿Acaso el Cielo es injusto?
- ¡Mirad las plantas de este jardín! Hay árboles grandes y chicos, frutos sabrosos y mantillo, piedras y musgo.
Hay rododendros y camelias, sencillas hierbas y orquídeas, lotos en aguas casi estancadas y soberbios bambúes. La energía que circula por las cañas de la ribera es la misma que la que fluye por las parras y que se transforma en rico vino, una vez cumplido su ciclo. ¡Las adelfas no quieren ser abetos! Quieren ser adelfas. E igual sucede con cada una de las especies animales o minerales.
- Puestos así..., - dijo Sergei.
- Fun Chang, – añadió el Maestro complacido -, preguntaba “¿Por qué el pollo no tiene la fuerza del búfalo? ¿Por qué el tigre no tiene la gentileza del perro? ¿Por qué el águila vuela con fuerza en el aire mientras los gorriones parecen tan débiles?” ¿No os parece injusto que las hierbas no sean arces, ni las arenas diamantes o las mariposas efímeras no sean longevos elefantes?
- Perdona, Maestro, por mi atrevimiento, - arguyó Sergei -, ¡pero nosotros somos seres humanos! ¡Ni minerales, ni plantas ni animales irracionales!
- ¿Y cómo sabes tú que ellos no sienten ni padecen? Viven con arreglo a su naturaleza, aparentemente sin preguntarse de dónde vienen ni adónde irán. En definitiva, ¿tiene esto alguna importancia?
- ¡Pero la muerte impone, Maestro! Es como si todo se acabase, - se le escapó a la liebre de las estepas rusas.
- ¿Y para qué quieres que dure? ¿Dónde estabas antes de nacer, Sergei? ¿Lo echas de menos? ¿Era tu condición más feliz, entonces? Nadie muere eternamente, sólo nos transformamos. La vida está en todas partes. Nuestra tarea es caer en la cuenta, vivir conscientes y observar la vida que fluye, mansa o a borbotones, porque todo cuanto necesitamos está en nosotros.
- ¡Mirad las plantas de este jardín! Hay árboles grandes y chicos, frutos sabrosos y mantillo, piedras y musgo.
Hay rododendros y camelias, sencillas hierbas y orquídeas, lotos en aguas casi estancadas y soberbios bambúes. La energía que circula por las cañas de la ribera es la misma que la que fluye por las parras y que se transforma en rico vino, una vez cumplido su ciclo. ¡Las adelfas no quieren ser abetos! Quieren ser adelfas. E igual sucede con cada una de las especies animales o minerales.
- Puestos así..., - dijo Sergei.
- Fun Chang, – añadió el Maestro complacido -, preguntaba “¿Por qué el pollo no tiene la fuerza del búfalo? ¿Por qué el tigre no tiene la gentileza del perro? ¿Por qué el águila vuela con fuerza en el aire mientras los gorriones parecen tan débiles?” ¿No os parece injusto que las hierbas no sean arces, ni las arenas diamantes o las mariposas efímeras no sean longevos elefantes?
- Perdona, Maestro, por mi atrevimiento, - arguyó Sergei -, ¡pero nosotros somos seres humanos! ¡Ni minerales, ni plantas ni animales irracionales!
- ¿Y cómo sabes tú que ellos no sienten ni padecen? Viven con arreglo a su naturaleza, aparentemente sin preguntarse de dónde vienen ni adónde irán. En definitiva, ¿tiene esto alguna importancia?
- ¡Pero la muerte impone, Maestro! Es como si todo se acabase, - se le escapó a la liebre de las estepas rusas.
- ¿Y para qué quieres que dure? ¿Dónde estabas antes de nacer, Sergei? ¿Lo echas de menos? ¿Era tu condición más feliz, entonces? Nadie muere eternamente, sólo nos transformamos. La vida está en todas partes. Nuestra tarea es caer en la cuenta, vivir conscientes y observar la vida que fluye, mansa o a borbotones, porque todo cuanto necesitamos está en nosotros.
- Maestro, - se atrevió a decir Ting Chang -, ¿Qué quiso decir el Buda al afirmar que “la verdad es todo lo que es útil?"
- Todo lo que es conforme a la naturaleza es auténtico, por lo tanto, es hermoso, bueno y armonioso. La falta de equilibrio es enfermedad. La injusticia, lo que daña a otro, atenta contra la armonía del universo. Aunque nosotros no podamos concebirlo, al final, todo es para bien. ¡Contemplad el jardín!
- Todo lo que es conforme a la naturaleza es auténtico, por lo tanto, es hermoso, bueno y armonioso. La falta de equilibrio es enfermedad. La injusticia, lo que daña a otro, atenta contra la armonía del universo. Aunque nosotros no podamos concebirlo, al final, todo es para bien. ¡Contemplad el jardín!
Fuente: Bitágora de un Jubilata
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