Vivir la vida es como echarse a nadar en un lago. Ahí estaba yo completamente seca, mirando el amplio espacio lleno de agua. Desde afuera veo que no es cristalina, tiene ciertos residuos casi imperceptibles, quizás quedaron tras muchas zambullidas de otros nadadores, o tal vez sean parte del agua misma.
Y me echo a ella, con un salto que implica inicialmente dejar de respirar, retener el aire hasta poder soltarlo de nuevo.
Y me echo a ella, con un salto que implica inicialmente dejar de respirar, retener el aire hasta poder soltarlo de nuevo.
Vivir es algo así, vivir como persona en este mundo. Es zambullirse en una colección bastante grande de tendencias y moverse con ellas sin remedio. Puedo estar hasta el cuello de compromisos, necesidades, proyectos, como si buceara entre los residuos en las aguas profundas. Puede sentirse un poco de ahogo, y, mientras me muevo, lo más que puedo hacer para no sufrir esto como un tormento es recordar que en cuanto salga del agua estaré tan impecablemente seca e intocada como estuve siempre. Y esto mientras no haya reconocido mi verdadera naturaleza.
Parada frente al agua, antes y más allá de sumergirme, podía reconocer el agua porque la observaba. Nadando dentro de ella, puedo saber de la experiencia porque la observo. En ambos casos soy consciente, la conciencia permanece siempre la misma.
Cuando estamos en ciertos momentos de nuestra vida algunos sentimos el ahogo que llamamos angustia, miedo, depresión, duda. Algunas personas tratan de buscar una salida de esto creyendo que hay algo malo con ellos, que hay algo que solucionar o transformar. Comienza, tal vez, y en ciertos casos, una búsqueda que solucione este sufrimiento. Se recurre a lo que se conozca. Por ejemplo, una persona puede que haya escuchado de un gurú que lo ayudará a salir del sufrimiento, liberarse, otra persona quizás ha escuchado siempre en su familia que son los curas o sacerdotes los que tienen la solución, otros buscan santeros, o si están en un ambiente más moderno y científico buscan terapeutas como psicólogos, coaches, orientadores. Hay un supermercado de ofertas para solucionar los conflictos, la mayoría de ellas apuntando a corregir y mejorar a la persona. Esto refuerza la idea de que hay algo mal en uno.
La no-dualidad no indica que alguna vez haya habido algo mal en uno, sino que uno es la esencia misma de la existencia, única y verdadera esencia no dual, Sí mismo, Ser, Conciencia, Plenitud absoluta. No dualidad significa que, en última instancia, desde una comprensión absoluta no hay dos, no hay uno que se diferencie de otro. La diferencia que aparece como sujeto consciente de un objeto es una ilusión provocada por la mente, siendo la mente una función de la conciencia que sirve justamente para poder experimentar.
Volviendo a mi alegoría del lago donde nado, experimentar la vida equivale a nadar en el agua del lago, es decir, equivale a que la mente presente la idea y sensación de ser un sujeto diferente del objeto y de la experimentación de este objeto. Por objeto me refiero a cualquier sensación, pensamiento o emoción de los que sea consciente. Por supuesto esto incluye los objetos físicos que en apariencia son distintos de mí.
Uno podría preguntarse de qué sirve saber que no soy el sujeto que sufre, cuando, en efecto, este sufrimiento es vivido. El conocimiento de esto queda como eso, un conocimiento intelectual, teórico. ¿De qué sirve saber qué tipo de vida se lleva en un país al otro lado del mundo cuando yo tengo que vivir en el país que vivo a este lado del mundo? Pues me digo, sirve, por ejemplo, si pretendo viajar a ese país. Saber de las señales que ofrecen las enseñanzas sobre la no dualidad sirve para hacer las maletas y viajar a la no dualidad. Pero atención, ajustándome a lo que la no dualidad misma implica, debo aclarar que no hay ningún viaje, sólo un cambio de perspectiva en la comprensión, una pasada de suiche. Es saberme y vivirme como la Conciencia Plena que Soy. Es reconocer el aspecto conciencia que permanece ya sea fuera o dentro del lago, y ante esta comprensión y reconocimiento, conocer las creencias que invitan a considerarme el sujeto que sufre, para asumir completamente, que la experiencia y yo somos uno y lo mismo.
Fuera del lago, dentro del lago, son apreciaciones conscientes, es el juego de la conciencia haciendo diferencias. Fuera y dentro son, ambos, contenidos conscientes, ilusiones generadas por la función consciente llamada mente, y todo, para permitir el juego de la experiencia. La conciencia, el ser, sí mismo, se experimenta a sí mismo con estas ideaciones… y, en todo instante, es la esencia verdadera y permanente, sin cambio ni transformación aparte de la ilusión que hace que los cambios y transformaciones sean experimentados.
Salir de la ilusión significa realizar y vivir en realización. Vivir en realización es no dejarse llevar por la ilusión, reconocer el funcionamiento mental, recurrir a voluntad a la apreciación de la plenitud. Mientras nado en el lago, es poder sacar la cabeza y respirar aire fresco, sin que las tendencias o residuos que hay en lo profundo me perturben, y también es poder sumergirme de nuevo y moverme con soltura aún y cuando estas tendencias sigan allí.
No hay nada que transformar, necesariamente, y sin embargo, si las transformaciones suceden esto es parte del proceso del vivir.
Maria Luisa, en Existo
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