EL SILENCIO DE LOS AÑOS



"Hay un silencio que llega con los años, y no es sólo la ausencia de ruido, sino la suave transición entre lo que éramos y lo que nos hemos convertido. 

 A los 60 años, empiezas a sentir la sutileza del desapego. La pieza que antes palpitaba con tus ideas, ahora parece lleno de voces que ya no piden tu opinión. No es un rechazo, es el ritmo de la vida en el camino. 

 A los 65 años, te das cuenta de que el mundo empresarial, que alguna vez fue tan vital, está en constante cambio.  Él sigue, indiferente a lo que hiciste o no hiciste.  No es una derrota, es una liberación.  Este es el momento de mirarte a ti mismo, despojarte de tu ego y revestirte de serenidad.  Ya no se trata de probar, sino de enseñar, compartir, ser mentor.  El verdadero logro no es lo que presumes, sino lo que inspiras.

 A los 70, la sociedad parece olvidarte, pero de verdad?  Quizás sea sólo una invitación a reevaluar lo que realmente importa.  Los jóvenes no te reconocerán por lo que eras, y eso es una bendición disfrazada: ahora puedes ser quien eres.  Sin máscaras, sin títulos, sólo la esencia.  Los viejos amigos, aquellos que no preguntan “quién eras” sino “cómo estás”, se convierten en joyas preciosas, diamantes que brillan en el ocaso de la vida.

 Y luego, a los 80 o 90 años, es la familia la que, en las prisas, se aleja un poco más.  Pero ahí es donde la sabiduría nos abraza con fuerza.  Entendemos que el amor no es posesión;  es libertad.  Tus hijos, tus nietos, siguen sus vidas, como tú seguiste la tuya.  La distancia física no disminuye el afecto, pero enseña que el verdadero amor es generoso, no exigente.

 

Cuando la Tierra finalmente te llame, no hay motivo para temer.  Es el último baile de un ciclo natural, el cierre de un capítulo escrito con sudor, lágrimas, risas y recuerdos. Y lo que queda, lo que nunca será realmente eliminado, son las marcas que dejamos en las almas que tocamos.

 Por eso, mientras haya aliento, energía, mientras el corazón lata constantemente, vivan intensamente.  Abraza los encuentros, ríe a carcajadas, disfruta de los placeres simples y complejos de la vida.  Cultiva tus amistades como quien cuida un jardín.  Porque, al final, lo que queda no son los logros, ni los títulos, ni los aplausos.  Lo que queda son los vínculos, los momentos compartidos, la luz que difundimos.

 Sé luz, sé presencia y serás eterno.

 Se lo dedico a todos los que entienden que el tiempo no borra, sólo transforma..."

Juan Pablo Baylac


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