No es agradable pensar que tendremos que morir, pero si superamos nuestra renuencia a pensar en ello, y desarrollamos consciencia de la muerte, podemos protegernos del miedo y de la confusión mental que nos embargan cuando la muerte nos llega inesperadamente. Súbitamente nos vemos forzados a renunciar a nuestra familia, a nuestros amigos, a aquéllos a quienes queremos, a nuestras posesiones.
Cuando la muerte nos llega, nada puede ayudarnos: en ese momento, la inteligencia, la belleza, el dinero y el poder de nada nos sirven. Nos volvemos a dar cuenta de cuán bello es nuestro mundo: los jardines, los árboles, las montañas, la gente...,y a esta percepción le sigue el profundo pesar de que sólo apreciamos realmente la vida, cuando estamos al borde de la muerte. La vida es increíblemente bella, pero tenemos que dejar este lugar maravilloso y ni siquiera podemos llevar nuestro cuerpo con nosotros.
El miedo a la muerte es extremadamente poderoso; es más intenso que cualquier otra emoción. Cuando enfrentamos la muerte, podemos tratar de no hacer caso de ella o rezar, pero nada ayuda realmente. Más fuerte aún que el dolor físico es el dolor del miedo. Incluso la palabra ‘muerte’ parece aterradora, porque tiene la connotación de un fin.
Puede que creamos que la consciencia y el cuerpo son lo mismo, y que si el cuerpo muere, entonces la consciencia también debe cesar. Aunque creamos que nuestra consciencia sobrevive después de la muerte del cuerpo, sabemos que en la muerte deben separarse, y la idea de prescindir de nuestro cuerpo nos hace sentir muy perdidos y temerosos.
Sin embargo, a medida que aumenta nuestra comprensión del significado de la existencia humana, podemos ver que la muerte no es una separación sino una transformación. Al ampliar nuestra perspectiva, podemos ver que la vida no puede perderse y que no puede desaparecer. Al desarrollar la comprensión, el miedo desaparece. La muerte se convierte en una buena maestra.
Tulku Tarthang en Abra Su Mente
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