NO HAY RECETAS NI FORMULAS INFALIBLES



...No existen recetas, fórmulas infalibles ni conocimientos salvadores que se puedan aplicar por igual a todas las personas en todas circunstancias. Una de las características de los organismos vivos es su capacidad para adaptarse al cambio; por eso, cualquier intento de mantener a ultranza un cuerpo absoluto de ritos o conocimientos va en contra del auténtico camino de conocimiento. Sin embargo, para andar el camino de la libertad no hace falta renunciar a la tradición ni a los sistemas establecidos, con tal de que no les asignemos un valor absoluto por encima de la vida y de las personas. 

En lo que concierne a la práctica de la meditación, podríamos aplicar a ésta una especie de principio de “indeterminación”, similar al formulado para la física cuántica. Es decir, del mismo modo que no podemos determinar simultáneamente la dirección y el recorrido de una partícula subatómica, en la práctica meditativa la mente se halla tan absorta en lo inmediato, en la experiencia desnuda del presente, que no puede decirse siquiera a sí misma que está meditando o en disposición de meditar; y mucho menos, afirmar que está aplicando tal o cual sistema meditativo. La aplicación correcta del método lleva a la superación de todos los métodos o, si se prefiere, a la vivencia no-dual del método. 

Recordemos, para finalizar, las palabras del gran místico san Juan de la Cruz, que sirven de colofón a todo lo dicho: 

“Las condiciones del pájaro solitario son cinco. 
La primera, que se va a lo más alto. 
La segunda, que no sufre compañía, aunque sea de su naturaleza.
La tercera, que pone el pico al aire.
La cuarta, que no tiene determinado color.
La quinta, que canta suavemente” (Dichos de Luz y Amor)

Esas palabras pueden interpretarse, desde una perspectiva experimental y amplia, en el sentido de que el buscador espiritual (el ave solitaria) debe aspirar siempre a lo más sutil, inasible, invisible, imperceptible, inabarcable, incognoscible, aquello que no cabe en ninguna forma o definición concreta precisamente porque abarca todas las formas, límites y definiciones. 
La segunda condición es obvia: no sufre compañía porque permanece solo en su viaje y porque el camino de los pájaros no deja huellas en el aire. 
La tercera condición del ave solitaria se refiere al inestimable valor de la intuición y la inspiración. De ese modo, “poner el pico al aire” significa olfatear el viento del espíritu, que sopla dónde y cuándo quiere, en abierto contraste con el peso de la erudición, la tradición o la autoridad usurpada. 
Tampoco tiene “determinado color”, es decir, trasciende las limitaciones referentes a posición social, ideología, etc., 
Y “canta suavemente” porque, entre otras cosas, no trata de imponer su experiencia ni de elevar su opinión por encima de la de los demás.

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