¿Qué debe entenderse por realidad?
Para el budismo, se trata de la naturaleza verdadera de las cosas, no modificada por las elaboraciones mentales que le superponemos.
Estas últimas abren un abismo entre nuestras percepciones y esa realidad, lo que provoca un conflicto permanente con el mundo.
Estas últimas abren un abismo entre nuestras percepciones y esa realidad, lo que provoca un conflicto permanente con el mundo.
“Interpretamos mal el mundo y decimos que nos engaña”, escribe Rabindranath Tagore.
Tomamos por permanente lo que es efímero, y por felicidad, lo que no es sino fuente de sufrimiento: el ansia de riqueza, de poder, de fama y de placeres obsesivos. Según Chamfort, “El placer puede apoyarse en la ilusión, pero la felicidad reposa sobre la verdad”. Stendhal, por su parte, escribe: “Creo, y a continuación lo demostraré, que toda desdicha proviene del error y que toda dicha nos es proporcionada por la verdad”.
El conocimiento de la verdad es, pues, un componente fundamental de sukha (sukha es el estado de plenitud duradera que se manifiesta cuando nos hemos liberado de la ceguera mental y de las emociones conflictivas. Es, asimismo, la sabiduría que permite percibir el mundo tal como es, sin velos ni deformaciones. Es, por último, la alegría de caminar hacia la libertad interior y la bondad afectuosa que emana hacia los demás).
Por conocimiento entendemos no el dominio de una masa de información y de saber, sino la comprensión de la naturaleza verdadera de las cosas. Habitualmente percibimos el mundo exterior como un conjunto de entidades autónomas a las que atribuimos unas características que nos parece que le son propias. A tenor de nuestra experiencia cotidiana, vemos las cosas como “agradables” o “desagradables” en sí mismas y a las personas como “buenas” o “malas”. El “yo” que las percibe nos parece igualmente real y concreto.
Este engaño -que el budismo llama ignorancia- engendra poderosos reflejos de apego y de aversión que por lo general conducen al sufrimiento. Como expresa con concisión Etty Hillesum: “El gran obstáculo es siempre la representación, no la realidad”. El samsara, el mundo de la ignorancia y del sufrimiento, no es una condición fundamental de la existencia, sino un universo mental basado en la idea falsa que nos hacemos de la realidad.
Según el budismo, el mundo de las apariencias es el resultado de la acumulación de un número infinito de causas y de condiciones permanentemente cambiantes. Como un arco iris, que se forma cuando el sol brilla sobre una cortina de lluvia y se esfuma en cuanto uno de los factores que contribuyen a su formación desaparece, los fenómenos existen en un mundo esencialmente interdependiente y no de existencia autónoma y permanente. Así pues, la realidad última es lo que el budismo llama la vacuidad de existencia propia de los fenómenos, animados e inanimados.
Todo es relación, nada existe en sí mismo y por sí mismo. Cuando se comprende e interioriza esa noción esencial, la percepción errónea que se tenía del mundo deja paso a una comprensión ajustada de la naturaleza de las cosas y de los seres: el conocimiento. El conocimiento no es una simple construcción filosófica; resulta de un proceso esencial que permite eliminar progresivamente la ceguera mental y las emociones perturbadoras que se derivan de ellas, es decir, las causas principales de nuestro “malestar”.
Desde el punto de vista del budismo, cada ser lleva en sí mismo un potencial de perfección, del mismo modo que cada semilla de sésamo está impregnada de aceite. En este campo, la ignorancia consiste en no ser consciente de ello, como el mendigo, a la vez pobre y rico, que ignora que hay un tesoro enterrado bajo su cabaña. Actualizar nuestra verdadera naturaleza, tomar posesión de esa riqueza olvidada, nos permite vivir una vida llena de sentido. Ése es el medio más seguro de encontrar la serenidad y de desarrollar el altruismo en nuestra mente.
Matthieu Ricard "En defensa de la Felicidad"
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