El
hombre, reconociendo al Tathagata, se arrodilló ante él y lloró:
-¡Señor, la vida es en
efecto amarga y dolorosa! Una vez fui feliz y próspero, pero a
través de artimañas y fraude
los que amaba me lo quitaron todo. Soy rechazado y despreciado. Dime,
Señor –preguntó
– ¿cuántas veces debo renacer en tal infeliz existencia antes de
conocer la bendición
del Nirvana?
El
Buda miró a su alrededor y vio un mango
-¿Ves ese árbol? -preguntó. El hombre asintió
con la cabeza. Entonces el Buda dijo:
-Antes de conocer la
libertad del dolor debes
renacer tantas veces como mangos hay en el árbol.
El árbol estaba lleno de fruta y docenas de mangos lo cubrían. El
hombre suspiró.
-¡Pero, Señor – protestó – he guardado sus preceptos! ¡He
vivido honradamente! ¿Por
qué debo ser condenado a sufrir tanto tiempo?
El
Buda susurró:
-Porque así es como debe ser.
Y continuó
su paseo.
Llegó
a otro cruce de caminos y encontró a otro hombre rezando; y este
también se arrodilló
ante él:
-Señor, la vida en efecto es amarga y dolorosa. He conocido
mucha angustia. Cuando era un niño perdí a mis padres; cuando fui
mayor, perdí
a mi mujer y a mis lindos hijos. ¿Cuántas veces debo renacer en tal
infeliz existencia
antes de conocer definitivamente el refugio de su amor?
El
Buda miró alrededor y vio un campo de flores silvestres.
-¿Ves
ese campo de flores silvestres?-
preguntó. El hombre asintió con la cabeza. Entonces el Buda dijo:
-Antes de
conocer la libertad del dolor debes renacer tantas veces como flores
hay en ese campo.
Viendo
tantos cientos de flores, el hombre lloró:
-¡Pero Señor! He
sido una buena persona.
¡Siempre he sido honesto y justo, no he hecho el mal a nadie! ¿Por
qué debo soportar
tanto sufrimiento?
El
Buda susurró:
-Porque así es como debe ser.
Y continuó
su camino.
En
el siguiente cruce de camino se encontró con otro hombre que se
arrodilló ante él en
súplica:
-¡Señor, la vida en efecto es amarga y dolorosa! Días de trabajo
bajo el Sol abrasador, noches acostándose sobre la fría y húmeda
tierra. ¡Tanta
hambre, sed y soledad! ¿Cuántas veces más debo renacer en tal
infeliz existencia
antes de caminar con usted al Paraíso?
El
Buda miró alrededor y vio un tamarindo. Entonces, cada rama del
tamarindo tenía muchos
tallos, y cada tallo docenas de pequeñas hojas.
-¿Ves ese
tamarindo? - preguntó
el Buda. El hombre asintió con la cabeza, -Antes de conocer la
libertad del dolor
debes renacer tantas veces como hojas hay en el tamarindo.
El
hombre miró el tamarindo y sus miles de hojas, y sus ojos se
llenaron de lágrimas de gratitud.
-¡Qué misericordioso es mi Señor! - dijo y apoyó su
frente en el suelo antes los
pies del Buda.
Y
el Buda dijo:
-Levántate mi buen amigo. Ven ahora conmigo.
Y
hasta el día de hoy las semillas de tamarindo son el símbolo de
fidelidad y paciencia.
No
podemos hacer un contrato con el universo. No podemos decir, "He
seguido las normas
y las reglas, y por lo tanto tengo derecho a recibir beneficios"
ó "He tolerado mucho
más de lo que me tocaba de mala suerte. Debo tener algo de buena
suerte ahora."
El universo no reconoce nuestras frívolas demandas de justicia. Hay
héroes que ponen
sus vidas a un lado por el beneficio de los demás. No tienen nada de
que quejarse.
Sin embargo, sabemos que porque ellos no son egoístas caminan en el Paraíso.
Las
Enseñanzas del Maestro Hsu Yun: Nube Vacía
Orden
Hsu Yun del Budismo Chan/Zen
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