Tener que vivir lejos de sus hijos y nietos entristece a la gente mayor. Esa me parece una de las características más lamentables de Occidente.
En mi país, los ancianos tienen derecho a vivir con los jóvenes. Son los abuelos los que les narran los cuentos de hadas a los niños. Al envejecer, se les enfría y arruga la piel, y abrazar a sus nietos, tan cálidos y tiernos, constituye su mayor placer. Los que envejecen ya no tienen más que una gran esperanza: un nieto a quien estrechar entre sus brazos. Sueñan con ello, noche y día, y nada les hace más felices que la noticia de que su nuera o su hija está embarazada.
Actualmente, los ancianos tienen que irse a vivir a residencias donde conviven con gente mayor. Se les visita una vez a la semana, mientras ellos sienten que su tristeza es mayor cada día.
Deberíamos hallar el modo de que jóvenes y ancianos vivan juntos otra vez. Todos seríamos mucho más felices.
Thich Nhat Hanh Hacia la paz interior
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