Tarthang Tulku
El miedo a la muerte es extremadamente poderoso; es más intenso que cualquier otra emoción. Cuando enfrentamos la muerte, podemos tratar de no hacer caso de ella o rezar, pero nada ayuda realmente. Más fuerte aún que el dolor físico es el dolor del miedo. Incluso la palabra ‘muerte’ parece aterradora, porque tiene la connotación de un fin.
Puede que creamos que la consciencia y el cuerpo son lo mismo, y que si el cuerpo muere, entonces la consciencia también debe cesar. Aunque creamos que nuestra consciencia sobrevive después de la muerte del cuerpo, sabemos que en la muerte deben separarse, y la idea de prescindir de nuestro cuerpo nos hace sentir muy perdidos y temerosos. Sin embargo, a medida que aumenta nuestra comprensión del significado de la existencia humana, podemos ver que la muerte no es una separación sino una transformación.
Puede que creamos que la consciencia y el cuerpo son lo mismo, y que si el cuerpo muere, entonces la consciencia también debe cesar. Aunque creamos que nuestra consciencia sobrevive después de la muerte del cuerpo, sabemos que en la muerte deben separarse, y la idea de prescindir de nuestro cuerpo nos hace sentir muy perdidos y temerosos. Sin embargo, a medida que aumenta nuestra comprensión del significado de la existencia humana, podemos ver que la muerte no es una separación sino una transformación.
Al ampliar nuestra perspectiva, podemos ver que la vida no puede perderse y que no puede desaparecer. Al desarrollar la comprensión, el miedo desaparece. La muerte se convierte en una buena maestra. La vida y la muerte son partes de un proceso indefinidamente continuo de re-creación y cambio sutiles; este proceso es como una rueda que siempre da vueltas. Una vez que hemos establecido nuestros patrones kármicos, no tenemos que darle más impulso a la rueda conscientemente, pues ésta gira por sí sola.
Cuando comenzamos a entender este proceso, la muerte ya no nos parece tan amenazadora, porque sabemos que tendremos otra oportunidad puesto que la rueda sigue girando. Como sucede con cualquier miedo, es el rótulo el que genera el miedo, no el objeto del miedo en sí. Cuando desistimos de ponerles nombre a nuestras experiencias: alegría o sufrimiento, juventud o vejez, vida o muerte, podemos encontrar en ellas cierto interés sin apego, jugar con ellas, incluso mirarlas a voluntad desde diferentes perspectivas; no nos domina ningún temor generado por alguna experiencia particular. A este nivel, la muerte se convierte simplemente en otra palabra para otra experiencia.
Infortunadamente, en el Occidente la muerte es un tema tabú. Sería muy útil para nosotros que se aceptara la muerte más abiertamente como parte natural de nuestro ser, no como una gran tragedia. Al entender la impermanencia de la vida, podemos valorar plenamente cada momento. La consciencia de la muerte nos enseña a disfrutar la vida, no en forma posesiva o emocional, sino simplemente llenándonos de la belleza y de la creatividad de vivir plenamente. A medida que nos damos cuenta de la responsabilidad que tenemos de hacer lo mejor posible con nuestra vida, podemos manejar más fácilmente la idea de la muerte.
Cuando vemos la muerte como una transformación más que como un fin, el omnipresente miedo a la muerte pierde su dominio sobre nosotros, y la energía que antes quedaba bloqueada por el miedo puede ahora utilizarse para estar más conscientes de la belleza intrínseca que hay en la rica textura de nuestra experiencia.
Cuando vemos la muerte como una transformación más que como un fin, el omnipresente miedo a la muerte pierde su dominio sobre nosotros, y la energía que antes quedaba bloqueada por el miedo puede ahora utilizarse para estar más conscientes de la belleza intrínseca que hay en la rica textura de nuestra experiencia.
A la hora de la muerte no tendremos que lamentar nada. Nos conoceremos como parte de todo lo que es, parte del cosmos, tanto en esta vida como después. Nuestro cuerpo es un vehículo precioso para el crecimiento y la experiencia, el único medio por el cual puede darse la revelación; pero tenemos que usarlo para este propósito, porque a la hora de la muerte nuestra mejor amiga es una mente despierta.
Tarthang Tulku, de "Abra Su Mente"
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