Se cuenta que había, una vez, en la India, un hombre muy rico que buscaba la paz mental.
Fue de un sabio a otro y todos le dieron grandes consejos. Pero no le sirvieron de nada, porque los consejos no sirven para nada.
Finalmente, un hombre que lo venía observando, al que no le había preguntado y que no era famoso, al contrario, pasaba por ser el tonto del pueblo, un día lo paró en la carretera y le dijo:
‑ Estás perdiendo el tiempo inútilmente. Ninguno de ellos es sabio. Los conozco perfectamente pero, como soy el idiota del pueblo, nadie me cree. Probablemente tú tampoco me creas. Pero conozco a un verdadero sabio que puede ayudarte. A mi, como soy idiota, nadie me pide consejo y yo nunca le doy consejo a nadie. Pero esto es demasiado, Al verte constantemente tan atormentado buscando la paz mental, he pensado que sería mejor que te indicase la persona adecuada. Te veo tan triste y abatido que he tenido que romper mi silencio. Vete a ver a este hombre en el pueblo de al lado.
El hombre rico partió inmediatamente, montado en su hermoso caballo con su bolsa llena de preciosos diamantes. Llegó y encontró al hombre, al que los sufíes conocían como Mulla Nasruddin.
Le preguntó a Mulla:
‑¿Puedes ayudarme a alcanzar la paz mental?
Mulla dijo:
‑ ¿Ayudarte? Mucho más: Yo te la puedo dar.
El hombre rico pensó: "Qué extraño. He venido hasta aquí por el consejo de un idiota, movido por mi desesperación y pensando que no corría peligro alguno, pero éste parece todavía más idiota, me dice: Yo te la puedo dar." Y le dijo:
‑ ¿Tú me la puedes dar? He estado con todo tipo de sabios, todos me han dado consejos: haz esto, haz lo otro, ten disciplina, ejerce la caridad, ayuda a los pobres, construye hospitales, guarda silencio, practica la oración...He hecho todo lo que me han dicho y no me sirvió de nada. En realidad, aumentaron mis problemas. ¿Y tú dices que me puedes dar paz mental?
Mulla respondió:
‑ Es muy sencillo. Bájate del caballo.
El hombre rico se bajó del caballo, sujetando fuertemente su bolsa, y Mulla le preguntó:
‑ ¿Qué llevas en la bolsa apretado contra el corazón?
‑ Son preciosos diamantes ‑dijo él‑, que te daré, si me das la paz.
Antes de que se diera cuenta de lo que estaba sucediendo, ¡Mulla agarró la bolsa y salió corriendo!
El hombre rico se sobresaltó; ni siquiera sabía qué hacer. Después se puso a perseguirle. Pero se trataba del pueblo de Mulla, el conocía todas las calles y los atajos, y además corría muy rápido. El hombre rico no había corrido en toda su vida y estaba gordo... Gritaba y resoplaba, y le caían el sudor y las lágrimas por las mejillas.
‑ ¡Me han engañado! -gritaba desesperado- Este hombre me ha quitado el trabajo de toda mi vida, todos mis ahorros, se lo ha llevado todo....
Empezó a seguirle una multitud, y todos se estaban riendo.
‑ ¿Son todos idiotas? ¿Este pueblo está lleno de idiotas? ‑decía el hombre rico‑ Estoy completamente arruinado y, en vez de atrapar al ladrón, están riéndose.
‑ No es un ladrón, es un hombre muy sabio ‑dijeron.
-¡El idiota del pueblo es quien me ha metido en este lío!- Y, corriendo y sudando, persiguió a Mulla.
Mulla llegó al árbol bajo el que todavía estaba el caballo. Se sentó junto al tronco, dejando la bolsa a su lado, y esperó la llegada del hombre rico que apareció exhausto, desesperado, sudando y llorando.
Mulla le dijo:
‑ Sientate junto a mi y ¡Toma la bolsa!
El hombre rico cogió la bolsa y se la apretó contra el corazón.
‑ ¿Qué sientes? ‑le dijo Mulla‑. ¿Tienes paz mental?
‑ Sí -le contestó- Siento mucha paz...Eres un hombre extraño, y usas métodos extraños.
‑ No son métodos extraños ‑dijo Mulla‑, es matemática pura. Empiezas a dar por sentado todo lo que tienes. Sólo necesitas que te den una oportunidad de perderlo para que te des cuenta inmediatamente de lo que has perdido. No has ganado nada nuevo; es la misma bolsa que tenías antes sin paz mental. Ahora tienes la misma bolsa junto a tu corazón y todo el mundo puede ver lo tranquilo que estás, ¡un sabio perfecto! Vete a casa, y no te preocupes de la gente.
Fuente: Emprenautas
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