EL TIGRE Y LA RANA

Cuento tibetano

Érase una vez, en los días cuando el mundo era joven y todos los animales entendían las lenguas de los demás, un viejo tigre llamado Tsuden que salió a cazar su alimento. Mientras se arrastraba silenciosamente, a lo largo de los bancos de un arroyo, una rana lo vio y se asustó mucho. La rana pensó: “Este tigre viene a comerme”. Así que trepó rápida a un montoncito de césped y cuando el tigre se acercó, le dijo en voz alta: 
-Hola, ¿adonde va usted?

El tigre respondió: 
-Voy al bosque a cazar algo para comer. No he comido en dos o tres días y estoy muy débil y hambriento. Supongo que te comeré a ti. Eres terriblemente pequeño pero no he podido encontrar otra cosa. De todas maneras, ¿quién eres? 

La rana, inflándose lo más que pudo, le contestó: 
-Soy el rey de las ranas. Puedo saltar cualquier distancia y puedo hacer cualquier cosa. Aquí hay un río. Veamos quién lo puede cruzar de un salto. 

El tigre respondió: 
-Muy bien -, y cuando se agachó ya listo para saltar, la rana se deslizó y sujetó con la boca la punta de la cola del tigre, y cuando éste saltó, la rana fue lanzada a la otra orilla. Tras haber saltado con éxito, Tsuden se dio la vuelta y buscó y buscó a la rana del otro lado del río. Pero al girar la rana soltó la cola del tigre y le dijo:
-¿Qué estás buscando allá abajo, viejo tigre? 

El tigre giró rápido muy sorprendido de ver a la rana detrás de él. Dijo la rana: 
-Ahora que te gané en esta competencia, probemos otra. Vomitemos los dos. 

El tigre, estando vacío, no pudo más que regurgitar un poco de agua, pero la rana escupió una bola de pelos de tigre. El tigre, estupefacto, preguntó: 
-¿Cómo has sido capaz de hacer eso? 

La rana respondió: 
-Oh, ayer maté un tigre y me lo comí, y éstos son sólo algunos pelos que no pude digerir. 

El tigre comenzó a pensar: “Debe ser muy fuerte. Ayer mató y se comió un tigre y ahora ha saltado más lejos que yo cuando cruzamos el río. Creo que mejor me alejo antes de que me coma a mí”. Entonces se deslizó con cautela, se dio la vuelta rápidamente y empezó a correr escalando la montaña lo más rápido posible. 
En el camino se encontró con un zorro que bajaba la cuesta y que le preguntó: 
-¿Qué te pasa? ¿Por qué estás escapando?” 

-Diantres - dijo el viejo tigre - me encontré con el rey de todas las ranas, que es muy fuerte. Fíjate, que ha estado comiendo tigres y cuando saltó el río saltó más lejos que yo.

El zorro se burló: 
-¿Qué, huyes de una ranita? Es insignificante. Yo soy sólo un pequeño zorro, pero podría matarla de un pisotón. 

El tigre respondió: 
-Yo sé las cosas que puede hacer esta rana, pero si piensas que la puedes matar, yo iré contigo. De todas formas, como creo que te dará miedo y saldrás corriendo, ataremos nuestras colas. 

Así que ataron sus colas rápidamente con un montón de nudos y bajaron la cuesta para ver a la rana, que aún estaba sentada sobre el montoncito de pasto sintiendose importante. Cuando los vio venir, le gritó al zorro: 
-Eres un gran zorro. Aún no has pagado tu peaje al rey hoy ni has traído carne. ¿Es un perro eso que tienes atado a tu cola, y me lo traes para la cena? 

Entonces el tigre se asustó pues pensó que el zorro lo llevaba al rey para ser comido. Así que pegó la vuelta y corrió tan rápido como pudo, arrastrando al pobre zorro con él. Y,  si no están muertos, aún hoy seguirán corriendo.

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