Samdhong Rinpoche (a la derecha de la imagen), considerado uno de los intelectuales tibetanos más importantes de la actualidad, respondía así a la pregunta (cargada de utilitarismo occidental) ¿para qué meditar?:
La intención de la meditación es mucho más importante que la técnica de meditación. Si me preguntas "¿por qué meditas?, mi respuesta será una contrapregunta. "¿Por qué comes? ¿Por qué tomas agua?". Lo haces porque tu cuerpo necesita sustento y nutrimento. Yo medito porque mi mente y mi conciencia necesitan soporte y una forma de alimento.
La conciencia es la única cosa que puede crecer o desarrollarse ilimitadamente. Ninguna otra cosa puede desarrollarse ilimitadamente. Nuestro cuerpo crecerá, madurará, decaerá y se desintegrará. Y así también todas nuestras posesiones materiales. Sólo la mente puede continuar hacia un estado de perfección. Puede desarrollarse hasta el estado de un Buda, hasta el estado de la omnisciencia, hasta conocer todo lo cognoscible. Hasta ese nivel nos podemos desarrollar. Si existe ese potencial, ¿por qué no desarrollarlo? Y, ¿por qué no intentar mejorar [nuestra mente] todos los días? ¿Por qué dejar a la mente sin cuidado?
La persona está compuesta de tres aspectos: cuerpo, palabra y mente. Dos de estos tienen limitaciones. Los individuos sólo se ocupan del aspecto del cuerpo, un poco de la palabra y nada de la mente. Dejan que la mente se pierda y así se mantienen atados. Esta es la única razón por la que meditamos: aparte de la meditación no hay forma de cuidar la mente.
Hoy en día los meditadores no meditan con la meta última de la liberación, lo hacen para liberarse del estrés físico, desarrollar inteligencia, incrementar su capacidad de trabajo y mejorar su proficiencia. Estas no son buenas intenciones para meditar. Pero no son malas. Otros meditan buscando poderes ascéticos, una posición en el mundo, y los que hacen esto no están realmente meditando.
Fuente: Pijamasurf
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