ANALFABETOS DEL FUTURO


Vivimos en una era en que las teorías sobre cosmología, física cuántica y nuestra propia existencia están saturadas de alternativas. Pero ninguna parece ser la decisiva. No estamos seguros de ninguna de nuestras hipótesis, ni siquiera sabemos si nuestro mundo es la auténtica realidad. Existen dudas sobre el big bang, la teoría de cuerdas, e incluso sobre las causas de nuestra existencia. 

Por primera vez, en un mundo que avanza con una aceleración exponencial, tenemos que pararnos a pensar, reunirnos con calma como hacían las viejas tribus, sumirnos en un consejo que ate cabos y aclare dónde estamos. Nuestro mundo es un galimatías de intereses políticos, financieros y tecnológicos. Muchos científicos están realizando descubrimientos cuya finalidad y uso será determinado por oscuros intereses de multinacionales, cuando no por los poderes militares que subvencionan, en muchos países, gran parte de la investigación. 

No hay que dejar de investigar, pero también hay que pararse a reflexionar sobre lo que estamos haciendo, determinar qué teorías son verdaderamente interesantes para seguir adelante, no qué teorías permiten aparecer en las revistas científicas y competir en el mundo de los descubrimientos. 

Por primera vez en la historia de la humanidad el mundo de la ciencia tiene la necesidad de estar más unido que nunca, escuchar a todos los científicos y estar abierto a todas las teorías, pero también tiene necesidad de concretar, aclarar el panorama y hacerlo llegar a la sociedad en general de una forma inteligible, de lo contrario crearemos ciudadanos de diferentes escalas. 

Habrá quienes comprenderán el mundo científico, otros sólo sabrán utilizar su tecnología sin saber nada de sus principios, y otros ni entenderán el mundo científico ni sabrán utilizarlo ni adaptarse a sus adelantos. Estos últimos serán los analfabetos del futuro. Hoy, aún tenemos en el mundo millones de personas que no saben leer ni escribir, son los analfabetos; pero también estamos empezando a catalogar de analfabetos aquellos que saben leer y escribir pero al ojear un simple periódico no saben entender la mayoría de sus artículos. Estos últimos, en la mayoría de los casos, tampoco saben utilizar un teléfono portátil, un cajero automático, Internet o un automóvil. Aunque también se da el caso de los que saben utilizar estas tecnologías y no comprenden el contenido de las páginas de un periódico. 

La sociedad actual, a la que se le derrumba todo el sistema que le rodea — desde los ideales políticos hasta los mitos religiosos—, precisa más que nunca apoyarse en algo que refuerce su realidad en este mundo que no comprende y al que legisladores y doctrinarios han acabado de desgarrar. 

La ciencia y la evolución de nuestra consciencia son dos caminos que se ofrecen como garantes de una solución a nuestras inquietudes y, también, como posible respuesta a los enigmas que nos rodean. En ambos casos tenemos que desapegarnos de este sistema de falsos valores que nos están inculcando con el fin de utilizarnos y adormecernos en un bendito sueño. 

El sistema conspira contra nosotros, nos quieren hacer creer que somos seres biológicos afectados por nuestros traumas psicológicos y pecados que se remontan a mitos edénicos. Nos seducen diariamente, con abalorios materiales, para mantenernos en una mediocridad. El sistema es una injuria gobernada por cretinos que luchan contra la emergencia de nuestra consciencia. Esta realidad nos urge a distanciarnos del mundo para poder estar en él de verdad. 

Beckett, en Esperando a Godot, destaca que el aire está lleno de nuestros gritos. Pero la costumbre nos ha dejado sordos. Lo único que podemos hacer es pensar de nuevo.

En un mundo cada día más mecanizado, materialista y conductista, sólo nos queda la insistente necesidad de ir investigando nuestra existencia a través de la ciencia y nosotros mismos. 

Wislawa Szymborska, que fue Premio Nobel de Literatura en 1996 destacaba en un fragmento lleno de lucidez y poesía: 

«Ayer me porté mal con el cosmos, viví todo el día sin preguntar nada sin sorprenderme de nada. Realicé acciones cotidianas como si fuera lo único que tenía que hacer». 

No quiero sucumbir en este lamento, quiero sorprenderme cada día y hacerme preguntas, aunque impliquen una herejía.
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 DJorge Baschke en Los Gatos sueñan con Fisica Cuántica y Los Perros con Universos Paralelos (Epílogo)

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