Louise L. Hay
Siento verdaderamente que formo una unidad con toda la vida. Estoy en armonía con las estaciones, con el tiempo que hace, con el campo y la vegetación y con todos y cada uno de los seres que moran en la tierra y el mar y vuelan por los aires. No puede ser de otra manera. Todos usarnos el mismo aire, la misma tierra, la misma agua. Somos totalmente interdependientes.
Siento verdaderamente que formo una unidad con toda la vida. Estoy en armonía con las estaciones, con el tiempo que hace, con el campo y la vegetación y con todos y cada uno de los seres que moran en la tierra y el mar y vuelan por los aires. No puede ser de otra manera. Todos usarnos el mismo aire, la misma tierra, la misma agua. Somos totalmente interdependientes.
Cuando
trabajo en mi jardín, enriqueciendo amorosamente la tierra de
cultivo, sembrando, cosechando y reciclando, siento esta unidad.
Puedo tomar un pequeño sector de tierra dura e improductiva,
muchas veces lleno de malas hierbas, y transformarlo poco a poco en
una rica marga que va a sustentar la vida en todas sus muchas
formas. Es como tomar un sector de nuestra mente lleno de
pensamientos y hábitos destructivos y alimentarlo para que pueda
crear y sustentar experiencias sanas y enriquecedoras. Los
pensamientos positivos y amorosos producen salud. Los pensamientos
negativos, de miedo y odio, contribuyen a la enfermedad, al
mal-estar.
Podemos
sanar nuestra mente. Podemos sanar nuestra alma. Podemos sanar
nuestra tierra de cultivo. Podemos contribuir a crear un planeta sano
donde todos prosperemos y vivamos dichosos, tranquilos, a gusto.
Pero sólo cuando nos amemos a nosotros mismos podremos realizar esta
curación. Las personas que no se respetan a sí mismas rara vez
respetan el medio ambiente, y rara vez sienten siquiera la
necesidad de cuidarlo. Sólo cuando amemos la naturaleza y estemos en
armonía con ella, podremos convertir nuestra Tierra en un
fértil jardín. Cuando veas lombrices de tierra en tu jardín,
entonces sabrás que has creado un ambiente que sustenta la
vida.
La Tierra es verdaderamente nuestra
madre; la necesitamos para sobrevivir. Ella no necesita a la
Humanidad para prosperar. Mucho antes de que llegáramos a este
planeta, la Madre Tierra estaba muy bien. Si no tenemos una relación
de amor con ella, estamos muertos. Ya es hora de que cambiemos el
impulso de destrucción que hemos creado.
En los dos últimos siglos de
evolución, supuestamente civilizada, hemos causado más destrucción
en este planeta que en los dos mil siglos anteriores. En menos de 200
años se ha hecho más daño al planeta que en los 200.000 años
anteriores. Esto no habla mucho en favor de la forma en que hemos
cumplido la responsabilidad que se nos ha confiado.
No se puede talar un árbol y esperar
que la cantidad de oxígeno que se produzca sea la misma que antes.
No se pueden verter substancias químicas en los ríos y esperar
beber esa agua sin que afecte a nuestro cuerpo. Nosotros y nuestros
hijos tenemos que beber ahora de esa agua impura. No se puede
llenar la atmósfera de toxinas y substancias químicas y esperar que
el aire se limpie solo. La Madre Tierra hace lo que puede para
combatir estas prácticas destructivas de la Humanidad.
A
todos nos hace falta desarrollar una relación íntima con la Tierra.
Háblale, pregúntale: «Madre Tierra, ¿de qué manera puedo
colaborar contigo? ¿Cómo puedo recibir tu bendición y bendecirte a
mi vez?». Es necesario que amemos esta pequeña bola de tierra que
gira por el espacio. Es todo lo que tenemos en estos momentos. Si no
la cuidamos, ¿quién lo hará? ¿Dónde viviremos? No tenemos
derecho a salir al espacio exterior si no somos capaces siquiera
de cuidar nuestro propio planeta.
La conciencia de nuestra Tierra existe
en una relación temporal diferente. Le tiene sin cuidado que aquí
haya seres humanos o no. La Tierra es una gran maestra para quienes
se toman el tiempo de escucharla. La vida no acaba aquí, haga lo que
haga la Humanidad. La Tierra continuará. Solamente la Humanidad
volverá a la nada de donde procede, a no ser que cambiemos nuestras
costumbres. Todas las personas del mundo, vivan donde vivan o como
vivan, tienen una relación íntima con la Tierra. Procura que la
tuya sea amorosa y fortalecedora.
Louise L. Hay en "Vivir"
Louise L. Hay en "Vivir"
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