Antes de nada, siéntate en un lugar tranquilo. Cierra los ojos o déjalos entreabiertos, pero con la mirada muy relajada. A continuación, enderézate y adopta la postura regia de quien se dispone a hacer algo importante, incluso sagrado.
Ha llegado el momento de explorar tu pensamiento por dentro. ¿En qué piensas? Pero, sobre todo, ¿qué palabras pronuncias en este momento? ¿Forman un discurso lógico o son retazos de una frase, o tal vez de alguna canción que has oído hace poco? ¿La voz que habla es la tuya, la de un amigo o la de tus padres?
Ahora vayamos al meollo del ejercicio, en el que se resume todo: para apaciguar esa voz y liberar tiempos de silencio, no hay que hacer gran cosa. Simplemente adopta la postura de un observador neutro. También se puede llamar la consciencia-testigo. Es esa facultad de observar -sin intervenir, sin juzgar, sin hacer comentarios- los pensamientos y las palabras que van apareciendo. Basta con estar presente y dejar que desfilen, siendo plenamente consciente de la menor palabra.
Esta práctica tiene la ventaja de que ofrece una verdadera «reconciliación» con uno mismo. No pretende en absoluto combatir la voz, ni intentar hacerle el vacío, ni sugerirle que mejore... hay que tomarse las cosas tal y como se presentan. Desde un punto de vista psicológico, se trata de que cada cual se acepte como es, con sus cualidades y sus defectos, con una vocecilla interior a veces genial y otras dictatorial o incluso crítica.
En este ejercicio se acogen todos los elementos del yo con el mismo sosiego. Simplemente se colocan ante el espejo de la consciencia-testigo. Entonces, al no tocarlos, el pensamiento o la voz desaparecen de manera natural. ¡Y eso da una sensación de libertad asombrosa! Y puede que se establezca otra relación con uno mismo y con el mundo más serena y más tolerante a la vez.
Práctica-juego con tu vocecilla interior:
• Detecta la vocecilla: para ello, haz como en el ejercicio anterior. Al comienzo, resulta mucho más fácil en un lugar tranquilo, pero, con un poco de práctica, puedes conseguirlo en el metro, haciendo la compra, etcétera.
• Baja el volumen: imagínate un botón de volumen o un cursor cerca de tu cabeza. Empieza subiendo el volumen de la voz con el botón y luego bájalo. La voz disminuye: es mágico, ¿verdad?
• Localízala: ¿en qué lugar oyes la vocecilla? ¿Está dentro de la cabeza, encima, cerca de la oreja derecha, de la izquierda, detrás de la cabeza o hacia la garganta?
Tómate el tiempo de encontrarla y de localizarla; luego... ¡proponle que se mude!
La voz sigue el movimiento. ¡Cambia de lugar! A continuación, prueba el lugar ideal para que te deje en paz cuando lo necesites. (Yo la pongo junto al corazón: así conserva su función básica de proteger (la vocecilla sabe muchísimas cosas), pero me deja la cabeza libre para observar el mundo)
Kankyo Tanner en La magia del silencio
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