EL SENTIDO DE LA PRACTICA DEL ZEN




El sentido original de la Práctica del Zen está en experimentar la Realidad directamente o ilimitadamente. Dicho de otra forma, experimentar la Unidad e Interdependencia de todas las cosas. 

Esta es una forma de Satori, de Iluminación, luz, sabiduría y conocimiento, que sitúa en el verdadero lugar a la vez al sujeto, al objeto y al mundo. 

Cuando el sujeto es sobrepasado, subjetividad y objetividad quedan atrás y se convierte en El Mismo y continúa la transformación, la peregrinación en el Cosmos, de sí mismo y de todas las cosas. 

El comienzo nadie lo conoce y el final tampoco; siempre estamos en ese movimiento inestable, rotando niveles de consciencia-inconsciencia en variadas proporciones según la situación pide. Efectivamente, es un proceso de transformación, de impermanencia, en la que momento a momento no somos los mismos aunque no lo notemos (mudan piel, órganos, pelos, y tampoco lo notamos,...), vivencia que ciertos individuos vienen advirtiendo desde hace muchos miles de años anteriores al Buda histórico. 

Es una cuestión que supongo ligada a la evolución de la consciencia humana en  continuo ensanchamiento pero también en todos los grados posibles-reales de superespecialización, concreción, fijación en el detalle, mecanismo. 

La ordenación de estas percepciones de manera que se convirtieran en una experiencia repetible, técnicamente provocable, siguiendo ciertas instrucciones, es a lo que llamamos “Transmisión directa de Maestro a discípulo” por facilitarse así su efectividad (desde un punto de vista muy científico). Bien es cierto que desconocemos las cualidades de las mil formas de comunicación que se establecen entre dos seres vivos, no sólo con palabras (recordar mi poema, Gatá). 

Pero también ocurre sin Maestros, Instructores y compañeros, sólo que es mucho más difícil o por otro lado, más fácil perderse en elucubraciones, identificaciones, intelectualizaciones egocéntricas desviadas del Camino. Sin embargo una cierta rigidez o estrechez de mente (apego a la combinatoria mecanicista de conceptos) puede llevarnos a excluir el pensamiento, el arte, filosofía, religiones, ciencia...etc, de la experiencia Budista o Zen cuando la evolución de la naturaleza humana manifiesta estas y otras actividades de la consciencia. 

El Octuple Sendero y los Seis Paramitas las incluyen entre las Prácticas rectas y adecuadas, pero han de surgir o emerger de la PrácticaRealización, experiencia de lo Real, que tiene su propio aspecto evolutivo o progresivo, no de la ilusión egocéntrica, la creencia dogmática de individuos, culturas o costumbres. 

No maestreamos el Darma en cuatro días o en cuatromil años. La clave está en ir andando, ir observando, cayendo en la cuenta (Ki-GaTsuku) lúcidamente (de Iluminación), de la liberación de los anteriores apegos, dependencias, debilidades, adicciones, mecanismos esclavizantes, prejuicios, egolatrías... productores de sufrimiento. 

La “esencia del universo” no es agotable por actividad alguna, pero sí es difuminable, obstaculizable, deformable en su percepción, mientras no se llega al punto desde el cual no hay retorno. Cada sujeto, circunstancia, momento o condición, son ocasión de la Práctica del Karma-Darma, simbólicas ruedas en mayor o menor sintonía que sostienen el carro de la vida y de la muerte en la dirección de su continuidad armónica, quiero decir, que desde que nacemos estamos ya muriendo; estar muriendo es estar viviendo. Dos ruedas del vivir Real.

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