Portada del libro
Entrevista a BRUCE GREYSON realizada por Enrique Zamorano, en EL CONFIDENCIAL
Una mañana, hace cincuenta años, un joven médico apura un plato de espaguetis en el comedor de un hospital. Sin querer y por descuido, se le cae el tenedor al plato, provocando que un salpicón de tomate salte hasta su corbata recién estrenada. Inmediatamente después, coge una servilleta húmeda y la frota contra la prenda, haciendo que la mancha se extienda aún más por la tela. Mal jugado.
De forma paralela, le informan que ha llegado una nueva paciente a la Sala de Examen del centro. Se trata de una adolescente llamada Holly que se ha intentado suicidar y está completamente inconsciente. Una línea muy delgada la separa de la vida y la muerte, pero afortunadamente su corazón todavía late. Todo gracias a Susan, su compañera de piso, quien por suerte había avisado a las autoridades sanitarias a tiempo. El joven médico visita a Holly, antes de irse a casa, y habla con Susan en el pasillo, a unos cuantos metros de distancia de la habitación donde descansa inconsciente su compañera.
A la mañana siguiente, le comunican que Holly ha pasado la noche en la UCI. Pero por fortuna, su corazón vuelve a latir de forma regular. Cuando el joven médico acude a su habitación aliviado al saber su mejoría, se la encuentra despierta y algo somnolienta. Se presenta ante Holly, pero no necesita decir nada más. Ella sabe quién es. Le informa de que el día anterior le había visto hablando con Susan en el pasillo y que tenía una mancha de espaguetis en su corbata. De pronto, el joven médico llamado Bruce Greyson se encuentra con lo inexplicable. La paciente no solo sabía quién era y cómo se había manchado la corbata, también repitió la conversación que había tenido con su amiga, todas sus preguntas y respuestas y hasta que había cambiado de sitio el ventilador que había en la sala.
"Se me erizó el vello de la nuca y se me puso la piel de gallina", cuenta el propio Greyson del episodio. "Era imposible que Holly supiera todo aquello. Era imposible que supiera que yo había hablado con Susan, y mucho menos que conociera el contenido de nuestra conversación o supiera lo de la mancha de mi corbata. Pero lo sabía. Creí que tenía que haber alguna causa física razonable que explicase por qué Holly sabía aquellas cosas y que tendría que encontrarla yo mismo. Y en caso de que no la hubiera..., bueno, pues solo había una alternativa: que la parte de Holly que pensaba, veía, oía y recordaba había salido de su cuerpo de algún modo y me había seguido por el pasillo hasta la sala de espera y, sin tener ojos ni oídos, había percibido mi conversación con Susan".
Radiografiar el umbral
En aquel momento, nadie sabía que significaban las siglas 'ECM'. Ahora, décadas después, las Experiencias Cercanas a la Muerte son toda una realidad reconocida tanto por médicos como por cualquier persona que haya vivido un caso de cerca. Uno de los mayores responsables de que estas vivencias tan misteriosas y extremas hayan adquirido un gran interés científico, filosófico médico, mediático y humanístico es Bruce Greyson, aquel joven médico que atendió a Holly en aquellos días de los años 70, y que 40 años después no ha dejado de perseguir la sombra que la muerte deja en los vivos cuando se acercan a ella, como una impronta que a pesar de parecer oscura, siniestra o triste a ojos de los mortales, en realidad carga de luz, esperanza y amor verdadero a todo el que toca.
"He dedicado el último medio siglo a intentar comprender cómo es posible que Holly supiera lo de aquella mancha de espaguetis", introduce Greyson en el comienzo de 'Después de la muerte' (Vergara), publicado en España, en el que desglosa uno a uno los casos más interesantes con los que se ha cruzado en sus cuatro décadas de investigación intensiva, alternando rigurosos datos científicos con descripciones personales de ese umbral por parte de personas que han estado al borde del abismo y vivieron para contarlo. Muchas preguntas se vienen a la mente antes y después de leer el libro, pues como el propio autor asegura a El Confidencial en la siguiente entrevista, el ser humano nunca estará preparado para conocer esa verdad última que cae sobre nosotros al final de nuestra vida. Cuestiones que bien podrían resumirse en una sola: ¿Qué hay después de la muerte?
PREGUNTA: Usted lleva investigando las ECMs durante cuatro décadas. Por ello, es una de las personas que más ha estudiado sobre la muerte, desde un punto de vista psiquiátrico, médico y humano. De algún modo, podemos pensar en la muerte como lo opuesto a la vida. ¿Qué es lo más importante que ha aprendido sobre la vida estudiando a fondo estas experiencias?
RESPUESTA: La gente que regresa de una experiencia cercana a la muerte confirma haber aprendido que todo en la vida tiene una dirección, y que todos nosotros estamos interconectados. Esto les lleva a aceptar una 'regla de oro': tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros. Cuando herimos los sentimientos de alguien nos herimos a nosotros mismos, y cuando ayudamos a otra persona también nos estamos ayudando a nosotros. También pierden su miedo a morir, que paradójicamente les quita el miedo a vivir. Ello les permite vivir la vida al máximo y en el presente, disfrutar del día a día.
P: ¿Se considera una persona religiosa?
R: No. He acabado creyendo que nuestra consciencia, nuestra mente, pervive después de la muerte. Casi todas las personas que han pasado una ECM se esfuerzan en que el mundo sepa que esto es un hecho. Entiendo que la gente puede asociar una vida después de la muerte con Dios, pero esto no es necesario, sino que hay una dimensión espiritual, no física, en la que viviremos y que está organizada por una fuerza que no tiene por qué ser un dios.
Los que han pasado por una ECM recurren a menudo a un tipo de deidad para explicarlo, pero sus descripciones no son del todo consistentes y están muy influencias por su trasfondo cultural y religioso. Y muchos de los que las han experimentado aseguran que podrían llamarlo 'Dios', pero de hecho lo que sienten es que es un dios mucho más grande de lo que esperaban. Por ello sí que puede haber una especie de deidad detrás, pero sospecho que es muy diferente respecto al tipo de dioses que la mayoría de las religiones adoran.
P: La muerte es uno de los grandes tabús en Occidente. La crisis del coronavirus parece que nos ha hecho a todos vivirla más de cerca (si puede “vivirse” la muerte), algunos lamentablemente más directamente, mientras que otros más de pasada. ¿Cree que la percepción general alrededor de la muerte ha cambiado con la pandemia o todavía es una realidad que se esconde y asusta?
R: Creo que la pandemia de coronavirus ha hecho que la muerte sea mucho más próxima y familiar para muchas personas desde que empezamos a enfrentarnos a ella a diario, tanto si conocíamos a alguien que murió por el virus como si veíamos los muertos solo por la televisión. Así que sí, está menos escondida, pero no por ello asusta menos. Sin embargo, el testimonio que más predomina en los que han tenido una experiencia cercana a la muerte saben que no es algo a lo que haya que tener miedo, y que lo que nos espera es amor auténtico y aceptación.
P: ¿Cree que existe silencio respecto a estas experiencias dentro del personal médico o se sigue considerando como algo dentro del estudio de la ciencia más heterodoxa, de lo paranormal?
R: Las actitudes del personal sanitario a la hora de hablar sobre las ECMs han cambiado muchísimo a lo largo del último medio siglo. La mayoría de los doctores y enfermeros o enfermeras están entendiendo cada vez más que algunos de sus pacientes las han padecido, y que incluso han experimentado efectos secundarios profundos y duraderos que han afectado a sus cuidados sanitarios. Por esta razón, algunos médicos quieren conocer más acerca de las ECMs con el objetivo de ayudar a sus pacientes. Hay todavía un montón de controversia en el campo médico sobre las causas o el significado definitivo sobre estas experiencias, pero ya no dudan de que de verdad existan.
P: Si mencionas una ECM, el interlocutor probablemente se imagine un túnel con una luz al fondo. Sin embargo, también se dan experiencias extracorporales, como la que describe al inicio del libro, que por cierto es la que le llevó a pasar tantos años investigando. ¿Cómo puede una conciencia ver, oír y sentir sin un cuerpo, es decir, sin ojos, orejas o piel? ¿Una percepción sinestésica?
R: Esta es una gran pregunta para la que no tengo respuesta. No sabemos cómo la gente puede ver y oír cuando está fuera de sus cuerpos, y de hecho lo hacen. Un estudio de cientos de experiencias extracorpóreas que tomó de muestra percepciones que podían ser corroboradas por terceras personas descubrió que el 92% de las mismas fueron percepciones completamete precisas.
He investigado varios ejemplos de personas que aun estando profundamente anestesiadas eran capaces de ver y oír y después documentar de manera muy precisa y sorprendente los detalles de hechos que no estaban presenciando.
P: Aquellos que han tenido ECMs también pueden ver pasar su vida en un solo instante, algunos incluso pueden llegar a juzgarla después. Esto me recuerda a la creencia del Juicio Final del cristianismo, cuando Dios decide si el alma va al cielo o al infierno. ¿Cómo puede una experiencia como esta cambiar la vida posterior de quien la padece?
R: Algunas ECMs sí que provocan que el individuo tenga estas visiones fugaces de su propia vida, sí, pero muy raramente las personas que las padecen se sienten juzgadas por algún ente exterior como Dios. Normalmente juzgan sus propias acciones y deciden cuáles estuvieron mal o bien. Algo muy sorprendente es que a veces pueden llegar a sentir el dolor que causaron a otras peronas y como resultado de su propio juicio regresan con la convicción de mejorar su vida de antes. Pero no, por lo general no sienten que su comportamiento vaya a ser juzgado y por ende vayan al cielo o al infierno.
P: Usted ha descubierto una relación directa entre sufrir algún tipo de trastorno mental y tener ECMs. Sin embargo, sí que ha encontrado personas aquejadas de depresión o ansiedad que han mejorado después de haber tenido una experiencia de esta clase. Por tanto, ¿por qué las ECMs pueden llegar a tener algún efecto terapeútico o de curación?
R: No hay asociación entre trastornos mentales y ECMs, no, pero las personas que las han padecido sí que se han sentido mejor después al haber sentido amor incondicional propio de esta experiencia. Esta sensación a menudo les alivia de los sentimientos culpables sobre sus acciones pasadas y de la ansiedad que les provoca su futuro, la muerte.
P: Usted hace una distinción entre ‘mente’ y ‘cerebro’, asegurando que el cerebro ejerce una función de filtro, como también sucede en los viajes lisérgicos por drogas, el ayuno o la respiración contenida, en los que decrece esta función cerebral. Las ECMs también ocurren cuando la actividad cerebral es muy baja. ¿Puede la mente, asociada más a la conciencia, sobrevivir fuera del cerebro y puede ser este cese de la actividad cerebral la puerta de entrada al mundo de las alucinaciones, que por cierto se llegan a sentir más reales que el mundo físico?
R: La mente también parece funcionar correctamente cuando la actividad cerebral es muy baja. Cuando el filtro cerebral que limita la conciencia se detiene, la mente tiene acceso total a otro tipo de realidad y a otra dimensión de la experiencia. No lo llamaría ‘el mundo de las alucinaciones’, sino el mundo de los ‘hechos reales que se experimentan como más auténticos que el mundo físico’.
P: La vida de alguien que ha vivido una ECM cambia mucho. Según su libro, la persona crece espiritualmente y afirma que tiende a tener menos apego a lo material. Reconoce que esto es un poco cliché y es cuando ofrece la otra cara, la de las personas que después de tener una ECM tuvieron una vida más negativa. ¿Cuáles han sido las peores consecuencias que se ha encontrado?
R: La gente cambia sus actitudes, valores y creencias después de una ECM. Esto puede hacer que les sea más difícil proseguir con las mismas carreras y relaciones que tenían antes de una ECM, si estas no son compatibles con esas nuevas actitudes y valores.
Las consecuencias son matrimonios rotos o cambios de profesión para intentar dar cabida a estos nuevos valores, lo que les supone un proceso duro. Por ejemplo, hay policías o militares que después de una ECM se sienten incapaces de ejercer la fuerza, algo que se suele requerir en sus profesiones. Por ello, cambian su carrera a algo que pueda ayudar a los demás, como la educación, la sanidad o el trabajo social.
P: Usted señala que no puede haber ciencia sin espiritualidad y tampoco espiritualidad sin ciencia, como si fueran las dos caras de la misma moneda. ¿Cree que el enfoque científico que se usa para entender el mundo y sus fenómenos debe cambiar para intentar acercarnos a realidades tan ocultas y misteriosas como las ECMs?
R: Creo que ni la ciencia ni la espiritualidad por sí mismas nos ofrecen un completo entendimiento de nosotros o el mundo. La ciencia y la espiritualidad atienden a diferentes aspectos del mundo, y si van separadas esta comprensión está incompleta. Las dos son maneras complementarias de observar y estudiar los fenómenos que ocurren, y ambas son necesarias para intentar llegar a una grande y buena interpretación de las cosas.
P: ¿Tiene menos miedo a la muerte ahora que antes de investigar las ECMs o, al menos, ha aprendido nuevas formas de descubrir, entender y disfrutar la vida?
R: Creo que investigar las ECMs me ha hecho sentir más cómodo con la idea de enfrentarme a mi propia muerte. Además, me ha hecho sentirme mejor con todo lo desconocido, en general, con el hecho de no tener todas las respuestas. Ahora acepto que hay algunas cuestiones que están más allá de nuestro entendimiento y que nunca tendremos suficientes respuestas a lo largo de nuestra vida. Pero eso está bien, porque creo, basado en mi estudio cercano a la muerte, que en definitiva el universo es un lugar amable en el que vivir y que después de la muerte no hay nada a lo que temer.
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