Había, una vez, una joven que sentía pasión por la danza y practicaba sin cesar, soñando con que, un día, se convertiría en una gran profesional. Cada día anhelaba tener la oportunidad de mostrar su habilidad ante alguien que pudiera cambiar su destino.
Un día, se entero de que el joven director del prestigioso ballet de un país con larga tradición en este arte se encontraba en su ciudad, en busca de nuevos talentos
. La joven se apuntó con enorme ilusión a las pruebas que se ofrecían. Llegado el momento, se puso sus zapatillas y, llena de entusiasmo, mostró ante él todo aquello de lo que era capaz.
. La joven se apuntó con enorme ilusión a las pruebas que se ofrecían. Llegado el momento, se puso sus zapatillas y, llena de entusiasmo, mostró ante él todo aquello de lo que era capaz.
Cuando las pruebas acabaron, y convencida de su éxito, esperó el resultado ansiosamente. Sorprendentemente, fue el propio director el que se dirigió a ella, lo que la hizo sentirse más confiada aún. Sin embargo, tras decirle éste que lo sentía, que no veía en ella ningún talento para la danza, se alejó llorando y tiró sus zapatillas al cubo de la basura de camino a casa.
Los años pasaron y aquella chica, ya convertida en mujer, aceptó un trabajo sencillo para poder vivir. Se casó y tuvo dos hijos. Nunca más volvió a bailar.
Un día, leyó en el periódico que el ballet dirigido por aquel prestigioso director actuaba en su ciudad. Consiguió entradas y nuevamente se emocionó con la belleza y la elegancia con la que se movían las bailarinas. Al finalizar la función, consiguió acercarse al director para saludarlo.
–Buenas noches, usted no se acordará de mí, pero, hace ya muchos años, usted estuvo por aquí en busca de talentos.
–Sí, me acuerdo perfectamente– contestó el director.
–Yo quería ser una gran bailarina, pero renuncié a mi sueño porque usted me dijo que no tenía talento.
–Sí, eso se lo digo a todos.
–¿Cómo que se lo dice a todos? ¡Yo renuncié a mi carrera de bailarina porque creí lo que me decía!
–Naturalmente –replicó el director–, la experiencia me dice que, al final, los que triunfan son los que dan más valor a lo que ellos creen de sí mismos que a lo que otros creen de ellos.
Moraleja: Si crees en ti, no dejes que nadie robe tus sueños.
Fuente: Cre/arlo
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