LA MUERTE DEL YO


La muerte mística es la muerte del yo, y ese yo es el que las personas no quieren soltar. En occidente nos hemos identificado de tal manera con nuestro yo que lo equiparamos a la vida y deseamos perpetuarlo; en eso parece consistir el pecado original: haber creído poder ser «como Dios» con este yo. Ese yo no es más que el punto de cruce de nuestras fuerzas psíquicas que se nos presenta como independencia. Es una ilusión sin más y se trata simplemente de desprenderse de ella. 

El yo no es más que un pequeño disco que flota sobre nuestra consciencia; un órgano de ella, pero se comporta como si fuera el soberano y, por ello, se encuentra en una lucha constante con la profundidad de nuestro ser. La actividad de este yo aparentemente autónomo y el egocentrismo resultante constituye la verdadera enfermedad de nuestro tiempo, sobre todo en occidente; se la denomina «egoneurosis».

Quien no es capaz de desprenderse de su yo, de morir y de mirar la muerte cara a cara, tampoco podrá vivir. Son pocas las personas que emprenden el camino de la muerte del yo el camino místico—, y menos aún las que van por él hacia el final. Porque antes del morir está el miedo.

Willigis Jáger
En busca del sentido de la vida
El camino hacia la profundidad de nuestro ser

1 comentario:

  1. Todo eso de la muerte, de la programación, del ‘yo’, es más profundo. Nosotros somos animales humanos. Es decir, estamos programados como los animales para sobrevivir a toda costa.
    Luego por el tiempo, inventamos la compasión, el amor. Que los animales no son capaces de experimentar. Por eso, luchamos contra la muerte. Porque sabemos que estamos vivos -hay una entidad, algo, que vemos que es diferente: ‘tú’, ‘yo’, ‘nosotros’, ‘vosotros’-.
    Entonces, ese ‘yo’ es el que lucha porque sabe que puede y va a morir. Y no quiere, tiene miedo a lo nuevo, a la muerte que siempre está ahí.
    Pero claro, la muerte no va a desaparecer. Y el ‘yo’ tampoco. Hemos de convivir tanto con la muerte y con el ‘yo’. Sin generar división, conflicto. Es como vivir con unos vecinos que no nos gustan, nos molestan. Pero ellos están ahí.
    Por lo que, la prueba siempre está ahí: no querer difamarlos, maltratarlos, expulsarlos, destruirlos, generar un conflicto, una guerra con ellos. Pues si hay paz, si hay amor, no hay miedo a la muerte.

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