En una aldea vivían un anciano y su anciana mujer.
Todo el día estaban discutiendo y gritándose el uno al otro: si el anciano decía una palabra, la mujer decía cinco; si el anciano le contestaba con diez, ella con quince. Todo con enojo, gritos, amenazas, sin acordarse, a veces, del por qué de la discusión.
-¿Por qué peleamos? -preguntaba de repente el anciano,
-¿Por qué?- ¡por tu culpa!, contestaba la anciana.
-No- por la tuya, le respondía el anciano.
Y nuevamente la discusión, el enojo, los gritos. Día a día, año a año.
Un día, se cansaron los vecinos de tantos gritos y se dirigieron a la anciana:
-Sabemos que, en lo alto de la montaña, no lejos de aqui, vive un hombre sabio, que tiene en su poder "agua bendita y mágica" que logra curar a la gente de todo tipo de situaciones, a lo mejor puede ayudarles y conseguir que ustedes dejen de gritar y discutir.
Escuchó la anciana, las palabras de las vecinas, y se dirigió sola a la montaña a encontrar al hombre sabio.
-"¿Cómo puedo ayudarla?" -preguntó el anciano.
Le contó la anciana, con lágrimas en los ojos, cuál era su problema con su esposo.
Escuchó el anciano sabio su relato, y se dirigió a su casa, regresando al momento con una botella llena de agua. Dijo unas cuantas palabras mágicas, se la entregó a la anciana, diciendole:
-Toma esta botella de agua, simpática anciana, y cuando comience tu esposo a pelear, discutir, maldecir, etc... toma unas gotas de esta botella, y mantén el agua en tu boca. No la escupas ni la tragues, hasta que tu esposo se calme. Hazlo así cada vez que comience la discusión; si lo haces, ellas llegarán a su fin y dejarán de discutir y pelear.
-¡¡¡Gracias!!! -le dijo la anciana, y regresó a su casa con la botella de agua mágica.
Cuando la escuchó su esposo entrar, comenzó con sus gritos:
-¿Dónde estuviste?, ¡¡¡por qué no está lista la comida!!!"
La anciana, sin contestarle, tomó un poco del agua y la mantuvo en su boca, mientras el anciano seguía gritando y discutiendo.
Vio el anciano que ella no le contestaba, y también calló.
La anciana preparó la comida mientras susurraba una alegre melodía.
Después de una hora, nuevamente empezó el anciano a pelearle:
-¡Mira la casa!, ¡sucia y desarreglada!".
La mujer se sintió ofendida y quiso responderle, pero en vez de hacerlo, tomó un poco del agua de la botella, y calló.
Vio el anciano que ella no le respondia, y también calló.
Y así ocurrió una y otra vez. Cada vez que él comenzaba a discutir, ella tomaba del agua y esperaba que él se tranquilice. Y cuando ella tenía ganas de discutir o gritar, tomaba del agua hasta calmarse.
Con el tiempo, dejaron los ancianos de discutir, pelear y gritar. Y aprendieron a vivir con una gran tranquilidad.
Ella le contó lo del agua mágica y juntos decidieron subir a la montaña a agradecer al hombre sabio, por el agua mágica que cambió sus vidas.
-No les di agua bendita o mágica, sino simple agua -les dijo el sabio-. La acción de controlarse es la que les enseñó a vivir sin peleas y gritos, dándose tiempo antes de responder, pensando qué y cómo decir las cosas.
Se miraron ambos ancianos y sonrieron. Y así continuaron su vida juntos, habiendo aprendido tan importante enseñanza.
(Autor desconocido)
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