"VIVE IGUAL QUE MEDITAS" (Adyashanti)




Que la gente se siente a meditar es hermoso. En mi experiencia, a casi todo el mundo le vendría bien sentarse un rato a meditar en silencio todos los días, ya fueran veinticinco minutos o cuarenta y cinco. Si te apetece sentarte más tiempo, hazlo. Tal vez te apetezca sentarte una hora al día; tal vez dos. Una vez más, se trata de reconectarte con lo que te apetezca hacer. No con lo que quiera hacer tu mente, sino con lo que quiera hacer tu corazón. 

No obstante, cuando hablo de meditación no me refiero solamente a lo que hacemos cuando nos sentamos formalmente. La meditación también tiene que ver con la vida y con la forma de vivir. Si sólo aprendemos a meditar bien cuando estamos sentados, por muy profunda que sea la meditación no llegaremos muy lejos. Incluso si te sientas a meditar durante tres horas al día, eso sigue dejando veintiuna horas en las que no estás sentado meditando. Y si te sientas a meditar dos minutos al día, entonces pasarás una enorme cantidad de tiempo sin meditar. 

Los años me han permitido comprobar que incluso los meditadores realmente buenos se olvidan de su meditación cuando se levantan del cojín. Mientras meditan son capaces de liberarse de sus ideas, de sus creencias, de sus opiniones y de sus juicios. Pero, en cuanto se separan del cojín, sienten (de algún modo) la necesidad de recuperar todo eso de nuevo. 

La Meditación Auténtica es algo que vive realmente con nosotros. Podremos estar haciendo cualquier cosa, en cualquier lugar, en cualquier parte. Podrás estar conduciendo hacia tu calle permitiendo que todo sea lo que es. Podrás practicar dejando que el tráfico sea lo que es. Podrás practicar permitiéndote sentir lo que sientas. Podrás dejar que el tiempo sea como es. O podrás experimentar la próxima vez  que veas a tu amigo o a tu amante. ¿Qué sucede cuando te encuentras con esa persona y permites que sea totalmente lo que es? ¿Qué sucede cuando me permito ser completamente lo que soy? ¿Qué ocurre? ¿Cómo nos implicamos? ¿Qué cambia? Así que la Meditación Auténtica puede ser una meditación muy activa, una meditación muy comprometida. 

De hecho, debemos ver la meditación como algo que va más allá de cuando estamos sentados en un lugar tranquilo. Si no, la espiritualidad y nuestra vida cotidiana se convertirán en dos cosas distintas. Ése es el engaño fundamental: creer que existe algo llamado «mi vida espiritual» y otra cosa llamada «mi vida cotidiana». Cuando nos despertamos a la realidad descubrimos que todo es igual. Todo es la expresión ininterrumpida del espíritu. 

¿Qué pasaría si tu vida, y no sólo el rato que pasas meditando, se basase en permitir que todo fuese lo que es? Supondría una revolución en la vida de casi todo el mundo. Que la base de tu existencia, su fondo profundo, consistiera en permitir que todo fuese lo que ya es representaría una revolución. Implica permitir que todo sea lo que fue y lo que es ahora, y lo que podría ser. ¿Qué pasaría si basases la vida, todas esas horas en las que no estás sentado en silencio, en permitir que todo fuera lo que es? 

Si lo hicieras, tu vida podría volverse muy interesante. Pues la meditación es segura. Te sientas en tu cojín, en tu silla o en tu banco, y te haces un ovillo en tu postura preferida, ¿verdad? Te da seguridad; es como regresar al útero, y eso es maravilloso, pues descubres un lugar seguro, un lugar que nadie te puede quitar, y eso resulta agradable. Es realmente agradable. Pero cuando empezamos a abrirnos y consideramos la meditación, más allá de un lugar seguro, una forma de afrontar la vida, ésta se vuelve muy interesante, ¿no? Empezamos a dejar de resistirnos a la experiencia, empezamos a descubrir algo muy potente y poderoso. 

Comenzamos a descubrir lo más esencial, la verdad de nuestro ser. Empezamos a descubrir que nuestra naturaleza esencial, la conciencia, siempre permite que todo sea lo que es. Por eso meditamos de esta forma, pues la conciencia ya lo está haciendo así: permite que todo sea lo que es. La conciencia no se resiste a nada. La conciencia no se enfrenta a lo que es. ¿Te has dado cuenta? La conciencia, o tu verdadera naturaleza, permite que todo sea lo que es. Si estás teniendo un buen día, tu verdadera naturaleza te deja tener un buen día. Y si estás teniendo un día horrible, tu verdadera naturaleza no se pone en medio como un obstáculo, ¿verdad? Permite que sea lo que es. Aunque ésa sea su base, la conciencia va más allá. 

He comprobado que una de las claves para ser verdaderamente libre es vivir igual que medito. Cuando permitimos que todo sea realmente lo que es, cuando nos permitimos esa atmósfera interior, esa actitud interna de no aferramos a nada, ese espacio resulta muy fértil: es un estado de conciencia muy potente. Esos momentos de entrega te darán la oportunidad de recibir algo creativo. Es el espacio en el que surge la visión, la revelación. Así que no se trata de dejar que todo sea lo que es a modo de simple objetivo, sino como una meta. Si lo conviertes en un objetivo te perderás la esencia, que consiste en permitir que todo sea simplemente lo que es; ésa es la base, la actitud subyacente. Desde esa actitud subyacente podrán suceder muchas cosas. En ese espacio surgirá la sabiduría, los «ajas». En ese espacio recibiremos el regalo de lo que necesitemos ver. Es el espacio donde la totalidad de la conciencia, y no sólo una pizca de nuestra conciencia mental, podrá informarnos. Y, por último, es el espacio en el que surgirá la conciencia. Es el espacio en el que nos daremos cuenta de que somos conciencia, el material no manifestado del ser.

Adyashanti en su libro "Meditación Auténtica"

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