Hay una historia de una persona, un Kathavachak (narrador de cuentos), que estaba narrando historias en un Durbar durante todo un año.
El rey tenía interés en liberarse del Samsara (ciclo de renacimiento en las tradiciones filosóficas de la India). Y se dijo, “Él debe poder liberarme de este Samsara, no he logrado paz interior. Quizás me de conocimiento”.
Al día siguiente, dijo al Kathavachak, “Quiero conocimiento. Dame el secreto para salir de esta esclavitud del Samsara”. El Kathavachak tembló de miedo. Estaba en un dilema. No supo qué hacer. El rey dijo, “Si no me liberas del Samsara, perderás tu trabajo y también tu cabeza”.
El Kathavachak volvió abatido a su casa.
Tenía una hija sabia, que era quizás una Yogabhrashta. Le preguntó, “¿Por qué estás tan triste?”
Respondió el padre, “Mi niña, mis últimos días han llegado. El rey me está pidiendo que haga lo imposible. El rey me pide que le dé el conocimiento que lo liberará del Samsara. ¿Qué es lo que yo sé? Yo mismo no tengo ese conocimiento. Estoy haciendo Katha solamente, y eso lo hago para mantener a mi familia. El rey cortará mi cabeza si no le doy el conocimiento mañana”.
La niña dijo, “No te preocupes. Ve y dile al rey que tendrá la respuesta”. Y dijo su padre, “muy bien”, porque un hombre moribundo se aferra a cualquier cosa para salvar su vida.
La niña de ocho o diez años dijo, “mañana, cuando vayas al palacio, llévame contigo”.
Al día siguiente, el padre fue al palacio con la niña. Ella le pidió que empezara el Katha como de costumbre. Pero apenas habían pasado quince minutos de su narración, cuando el silencio del Durbar fue roto por un fuerte gemido. Todos se preguntaron quién estaba llorando. La niña estaba llorando a gritos, “¡por favor libérenme, por favor libérenme!”.
Ella estaba fuertemente aferrada a un pilar. Todos trataron de separarla del pilar, pero no pudieron; ella abrazaba el pilar con fuerza gritando, “libérenme, libérenme”.
El rey se enojó y le dijo, “¡Qué niña tan absurda eres! ¿Qué quieres decir? Tú misma te estás aferrando al pilar y nos pides que te saquemos...”
La niña estalló en una carcajada. El rey le preguntó, “¿por qué te ríes?”
La niña respondió, “Me estoy riendo porque eso es exactamente lo que usted le está pidiendo a mi padre que haga. Usted está aferrado al palacio, está apegado al palacio, a su propiedad y a su estatus, y quiere que él lo libere de algo a lo que usted mismo se está aferrando”.
El rey quedó satisfecho con la respuesta de la niña. Aprendió una lección. Un hombre no puede ser liberado por otro. Tiene que liberarse solo.
Sivananda (discípulo de Ramakrishna).
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