SATORI TOLTEKATL

Las flores súbitas 
del Jardín Dharma
Sólo son comprendidas 
por las mariposas

Cierto día, un investigador iba por un camino y encontró debajo de un Huisache a un anciano que, reposando bajo la sombra del omnipotente vegetal, lo observaba. 

El anciano, al ver aproximarse al investigador, exclamó curiosamente: 
 “Hue...Hue...Hue... ¿Qué estás buscando?” 

El investigador lleno de asombro le dijo: 
“La Inspiración” 

El anciano sonriendo le respondió:
 “Ah... Hue...Hue...Hue... Pero eso se debe de buscar en el fuego...” 

El investigador reflexionaba en voz alta:
“¿En el Fuego? 

El anciano lo interpeló y le dijo:
“Hue...Hue...Hue... La inspiración es el lenguaje del Fuego y sólo el fuego la puede enseñar...” 

El investigador, lleno de una enorme inquietud, le dijo al anciano: 
“¿Y cómo puedo ser instruído por el Fuego?” 

El anciano pacientemente le respondió:
“Hue...Hue...Hue... Anda y buscate un cáliz que no esté dañado  y ven conmigo que, esta noche, te diré como..” 

El investigador hizo lo que el anciano le ordenó, buscó su cáliz y, ya de noche, cuando las estrellas brillan con aumentado vigor, regresó a buscar al anciano... 

Al llegar al sitio se llenó de mucho asombro ya que donde estaba el anciano sólo había una fogata. Sin embargo, se sintió defraudado porque no veía al anciano. Se sentó al pie de la fogata y, bajo las refulgentes estrellas, puso su cáliz allí junto a el y, en profunda reflexión, comenzó a contemplar detenidamente al fuego... 

Las brasas chisporroteaban incesantemente y, cada vez que explotaban, el investigador sentía que una enorme pared  se derrumbaba en su mente... 

Quedó inamovible, durante horas enteras, mientras el crepitante chisporroteo ígneo de las flamas danzaban incesantemente, en un espectáculo de crepitante sabiduría indescriptible... Entonces el Investigador comenzó a sentir una enorme paz, tan profunda que ni un solo átomo de su cuerpo podía desconcentrarse... Su mente, en profundo silencio, le permitía al fuego que hiciera su trabajo, mientras la fogata se consumía, lentamente, ilustrando, en cada brasa, una cátedra de vida y de muerte... 

Ya comenzaba a amanecer y, al entrar el primer rayo de luz, la fogata se disipó quedando solo cenizas y algunas minúsculas brasas... 

De repente, una Mariposa amarilla, volando entre la delicada claridad del Alba, se posó en el pecho del Investigador que, sin siquiera parpadear,  dejó aflorar una delicada sonrisa en su rostro... 

Inusitadamente, un campesino aparece y, al ver al investigador en el suelo completamente inmobil, le dice; 
- Señor está usted loco o que?, lo he visto casi toda la noche y ni siquiera se ha movido... 

El investigador se levanta lentamente y, al mirar a los ojos al campesino, le responde:
”Ya no me podrás engañar más... 
El Cáliz no es sólo un Cáliz 
Yo no soy sólo Yo
Tú no eres un Campesino 
Y sólo la mariposa lo sabe...” 

Los dos se rieron como verdaderos niños mientras el campesino haciendo una reverencia sólo exclamó:

“Hue...Hue...Hue... ”


Abrahan Castro en  El Canto del Zen

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