El gran poeta mexicano Octavio Paz conoció el budismo mayormente en su estancia en la India en los sesenta como embajador de México. Si bien Paz no puede considerarse un experto en budismo, su sensibilidad poética le permitió formar impresiones sumamente lúcidas que revelan aquello más vivo, universal e históricamente relevante del Buda.
«Buda no expuso su enseñanza como proveniente de una revelación, como suele ocurrir en las religiones. Para él la verdad es búsqueda y, sobre todo, búsqueda de sí mismo. Buda sólo indica el sendero. Es cada uno quien tiene que realizar el camino de su propia liberación». —Octavio Paz («Del Libro de la Paciencia», de Alberto Atala).
Elena Poniatowska en «Las palabras del árbol» (Plaza Janés, 1998) cuenta que Paz alguna vez dijo: «El Buda me parece que es realmente el hombre más importante de la historia por dos razones: primero, porque es el hombre que renunció a ser Dios. Dijo: ‘yo no soy Dios’, y al mismo tiempo, por ese mismo acto, renunció a ser hombre. Dijo que el ideal de hombre debería ser aniquilar la conciencia, la idea de hombre”.
La interpretación de la iluminación que hace Paz, del mismo estado que hace a un buda un buda, como una esencia humana, como aquella maravilla del autoconocimiento, de la luz interna, es expresada también por Lama Surya Das:
«La iluminación no se trata de volverse divinos. En cambio, se trata de hacerse completamente humanos… Es el final de la ignorancia».
En una entrevista con Joung Kwon Tae, publicada en la Revista Vuelta, Octavio Paz contó una famosa historia budista desde la mirada poética:
La poesía está ligada necesariamente al lenguaje. Además, la comunicación de corazón a corazón, como dicen los budistas –también los cristianos– está fundada en una palabra. Aquí viene a cuento la leyenda del origen del budismo Chan o Zen. Se dice que en una ocasión el Buda no quiso contestar a varias preguntas de sus discípulos sobre cuestiones acerca de la realidad última, tales como :¿el mundo es eterno o no?, ¿el mundo es infinito o no?, ¿cuerpo y alma son lo mismo o son diferentes?… El Buda calló y se limitó a mostrar una flor. Uno de sus discípulos –Ananda, si no recuerdo mal– comprendió y sonrió. Esa sonrisa fue la iluminación. Pero la iluminación es una sonrisa sin palabras porque está fundada en una palabra: la prédica del Buda. Es una sonrisa, un silencio, después de la palabra.
Paz recuerda mal, pues el discípulo no era Ananda, sino Kashyapa.
A continuación el poema que escribió Paz sobre el concepto de vacuidad o «Sunyata», central al budismo a partir del segundo giro de la rueda del dharma y de la exposición del santo Nagarjuna:
Sunyata
Al confín
yesca
del espacio calcinado
la ascensión amarilla
del árbol
Torbellino ágata
presencia que se consume
en una gloria sin substancia
Hora a hora se deshoja
el día
ya no es
sino un tallo de vibraciones
que se disipan
Y entre tantas
beatitudes indiferentes
brota
intacto idéntico
el día
El mismo que fluye
entre mis manos
el mismo
brasa sobre mis párpados
El día El árbol
Fuente: Cadena Aurea
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