Habían pasado muchos días sin que Huang Ji hubiera podido abordar al maestro Zhao. Tenía especial interés en saber cual era su criterio sobre el desapego. Al finalizar los ejercicios matinales y aprovechando que nadie se acercaba al maestro, como otros días, buscando su enseñanza, le pidió, respetuosamente, que le concediese unos minutos, y, antes incluso de sentarse, le hizo el planteamiento:
Maestro,
llevo algún tiempo preguntádome sobre dónde está
el límite entre apego y amor a una persona, y si no habrá
contradicción entre amor y desapego.
Con
frecuencia cometemos el gran error de identificar amor y apego y
creemos que es mayor el amor cuanto más apego hay, y no es
cierto. Al igual que es un gran error confundir amor y apego, sería
otro error pensar que pueda haber contradicción entre desapego
y amor, o que el desapego merma el amor.
La acción del desapego purifica el amor. Porque el desapego
nos aleja de la posesión, del querer para mi, del control, de
la dependencia, de los celos. El desapego persigue la libertad, la
ruptura de lo que nos ata. Lo que nos ata a las cosas y a las personas,
a nosotros mismos, no es amor. El amor está muy lejos de la posesión, del control, de la dependencia. Eso no puede generarse desde el amor. No es amor. Es otra cosa.
¿El apego es una atadura ?
¿El apego es una atadura ?
Si. Es una desviación del amor que esclaviza. Si
cortamos el apego que tenemos hacia una persona -piensa en la mas
querida para ti-, nos liberamos de nuestro afán posesivo,
causante de sufrimiento, y la liberamos a ella también. Esa
persona tan querida por ti recibirá un amor más limpio,
más generoso, más tolerante, más liberador. Ese
amor, en la libertad y desde la libertad, es transformador para
ambos.
El
apego, además de crear una dependencia enfermiza, asfixia al
amor. Hasta que no consigues el desapego a una persona, no nace el
amor. El amor comienza donde acaba el apego, a reglón seguido
de haber conseguido el desapego.
¿Cómo
saber si estás apegado a una cosa o a una persona ?
Estamos
apegados a una cosa o a una persona, cuando ha pasado a ser tan
“nuestra” que esa posesión nos hace sufrir, porque nos
obsesiona el miedo a perderla, porque se ha creado una dependencia, porque surge el control, los celos. En definitiva, podemos decir que estamos apegados a una cosa o a una persona cuando sentimos gran dificultad en
compartirla. Esta podría ser la pregunta clave: ¿estoy dispuesto a compartirla?
Maestro, parece que el apego es fuente de sufrimiento y una de las más
importantes. ¿Qué hacer para salir de los apegos?.
Efectivamente, tenemos que librarnos del sufrimiento que nos
ocasionan los apegos a las cosas y a las personas. Y no tengo receta para eso. ¡Ya quisiera yo...! Podemos
señalar algunas cosas que pueden llevarnos a emprender el
camino al desapego.
Si, por favor.
Debemos
partir de que el apego no es algo malo a destruir. No. El apego es
amor deformado, trasroscado podríamos decir, pero amor al fin
y al cabo. No se trata de destruir nada, sino de encauzar; reconducir
las aguas a su cauce, canalizar esa energía que se pierde, que
se malgasta dañándonos, haciéndonos sufrir. Nos
hace sufrir el sentido de posesión que proyectamos sobre las
cosas y las personas, que va acompañado del miedo a perderlas.
Nos hace sufrir nuestro deseo de control, de acaparamiento, que nos
impide compartirlas. Nos hacen sufrir los celos que nacen de la
exclusividad. Mira estas expresiones: “te
quiero más que nadie", "no quiero que nadie te quiera más
que yo”, y, sobre todo, “no
quiero que quieras a nadie más que a mi”, y otras por el estilo.
Cuando lo decimos así, en frío, nos parece disparatado, hasta
ridículo,
que se puedan adoptar estas absurdas actitudes. Pues sí,
ocurre así, los celos se convierten en una de las más
dolorosas causas de sufrimiento.
Casi
todos, de una forma u otra, de niños o de mayores, hemos
pasado por esa experiencia tan negativa de los celos. ¿Por
qué?
Con
independencia del componente educacional o cultural que puede
acentuarla más o menos, todos tenemos una necesidad de ser
amados y actuamos con un deseo inequívoco de ser valorados, de
ser queridos. Necesitamos que nos quieran y esa necesidad se
convierte en algo maravilloso sacando lo mejor de nosotros mismos
para la conquista del amor. Que necesites ser querido es una
necesidad muy sana y totalmente justificada. Lo que no es sano ni
queda justificado es que necesites ser querido más que nadie
y, sobre todo, que necesites que te quieran
más que a los demás o sólo a ti.
Es una necesidad de seguridad. Y, como la vida es impermanencia, esa necesidad de seguridad es causa de
mucho sufrimiento.
Maestro,
cuando pretendemos el desapego ¿contra qué luchamos?
No
luchamos contra nada, entiéndelo bien. No luchamos contra el
egoísmo, contra sentimientos malvados ni contra bajos
instintos. No. No pretendemos desprendernos de nada, arrancar nada, matar nada. Nos movemos a favor de algo, buscamos algo, un antídoto. Y el mejor antídoto del
apego es el amor. Pero amor en libertad y desde la libertad. El
amor que no nos hace libres, no es amor. Nuestro quehacer es soltar ataduras para poder avanzar libremente. Descubrir lo que nos
ata, la posesión a la que nos aferramos, y soltar...Soltarnos de lo que nos ata a las orillas del río de la vida y dejarnos llevar por la incertidumbre de la corriente, en total libertad.
¿Es
mala la posesión ?
No,
nada es malo en si, la posesión tampoco. La posesión
puede dañarte, cuando incide en tu libertad. Lo que daña
es la dependencia que crea, la esclavitud que genera. Tu coche, por
ejemplo, puede llegar a ser tan tuyo que se convierta en una parte
más de ti, como un miembro más de tu cuerpo, una
proyección tuya de la que no puedes prescindir: ¡
qué va ser de ti, sin tu coche...!
Su posesión te puede dar libertad o se puede convertir en algo que te esclaviza, que
te crea dependencia y, por lo tanto, algo de lo que te debes soltar.
Librarnos
del apego a las cosas es difícil, pero qué me dice del
apego a las personas. Ahí es donde me pierdo.
No se si tu costumbre es decir "te amo" o "te quiero". Cuando
en vez de decir “te amo” decimos su equivalente "te
quiero", en este concepto parece estar intrínseco el
apego, la posesión, la propiedad. Te propongo hacer el
ejercicio de sustituir “amar” o “querer” por "dar",
a ver cómo te resuena. Cuando digas "yo te amo" o
“yo te quiero”, piensa en "yo te doy". En el amor debes
practicar el dar, no el poseer o controlar. Has de dejar a un lado
las expectativas, las compensaciones, las exigencias. Ama, con
libertad y desde la libertad, a las personas y las cosas que más
te gustan en la vida. Y, si te mueves anclado en la libertad,
entrégate a la experiencia sin límites, disfrútala. Pero no pretendas retener. Ese puede ser el gran error: querer
retener la experiencia del amor, querer hacerlo permanente.
Y, cuando consiga librarme del apego a las cosas y a las personas, ¿qué me queda ?
Y, cuando consiga librarme del apego a las cosas y a las personas, ¿qué me queda ?
Te queda la tarea más importante: librarte del apego a ti mismo. Librarte de la dependencia de tu propia imagen, esa que has creado para mostrar a los demás o que los demás han creado de ti y que tu has adoptado dejándote poseer por ella. Creamos un perfil,
una imagen de nosotros mismos, y
que nadie nos la toque. Decimos: "yo se lo que pienso", "yo se lo que
creo", "yo se lo que digo". Lo que más nos esclaviza son nuestras ideas, nuestras creencias. Nos aferramos a un sistema de creencias y nos instalamos en él de forma permanente. Nuestra forma de pensar la hacemos estable, es nuestra verdad que defendemos a capa y espada. Nos instalamos en un partido político, en una religión, en unas prácticas, o en una filosofía de vida y, desde allí, desafiamos al resto del mundo que anda equivocado, obviamente. De lo que piensan o dicen los demás aceptamos lo que coincide con nuestro pensamiento o nuestra doctrina. Desde esa posición, nos cerramos al cambio, a la evolución, a la vida.
Es cierto. Pero algo hemos de tener que nos diferencie.
Es cierto. Pero algo hemos de tener que nos diferencie.
Lo malo es la posesión. Lo nefasto es cuando en lugar de poseer ideas o creencias, son estas las que nos poseen a nosotros. Lo que nos daña es el aferramiento, el anclaje. La vida es impermanencia, evolución y cambio constante. Cuando nos aferramos a algo, sea lo que sea, buscando la seguridad, estamos obstruyendo la vida, estamos luchando contra la libertad, estamos apostando por la muerte. Es muy frecuente encontrarnos con personas que conocimos hace muchos años, y que nos hagamos el siguiente comentario: "No ha cambiado en nada, solo en el físico". De nosotros puede que digan lo mismo. Si la vida es cambio permanente, ¿qué es lo que nos impide cambiar? El aferramiento a nuestras verdades, a nuestras ideas, a nuestras creencias, el apego a esa imagen de nosotros mismos en la que nos hemos instalado.
Gracias, Laoshi. Creo que hay en mi vida muchos nudos por soltar, para poder izar la bandera del desapego junto a la del amor. Gracias.
JL (Reposición)
...Y gracias a ti también por esta entrada tan oportuna, conveniente y acertada, Jota Ele.
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