LA LUNA NO SE PUEDE ROBAR


Ryokan, un maestro zen, vivía de la forma más sen­cilla posible en una pequeña choza al pie de una monta­ña. 

Cierto día, por la tarde, estando él ausente, un ladrón se introdujo en el interior de la cabaña, solo para des­cubrir que no había allí nada que pudiese ser robado.

Ryokan, que regresaba entonces, se encontró con el ladrón en su casa.

- Debes haber hecho un largo viaje para venir a visitarme -le dijo- y no sería justo que volvieras con las manos vacías. Por favor, acepta mis ropas como un regalo.

El ladrón estaba perplejo, pero al fin cogió las ropas y se marchó.

Ryokan se sentó en el suelo, desnudo, contem­plando la luna a través de la ventana.

- Pobre her­mano - se decía -. Ojalá pudiera haberle dado esta maravillosa luna.





No hay comentarios:

Publicar un comentario