Un instante de darse cuenta de lo que es la vida, compensa todo el tiempo que se ha ido dedicando a esta investigación de la conciencia, porque el instante así vivido es sin tiempo, es eterno, mientras que se pueden pasar años y años de dar vueltas en lo psicológico sin descubrir absolutamente nada, sino repetición tras repetición de lo mismo. Esto es lo que llamamos desde el punto de vista subjetivo, vivir en plenitud. Vivir la plenitud es escapar al tiempo. Algo que no tiene duración escapa también al espacio. No es más grande ni más pequeño, es total. Lo que no se puede encerrar ni amoldar a nada.
Y si esto no se vive así es por un error de funcionamiento que sólo nosotros podemos advertir y corregir. En esto consiste nuestro vivir. Vamos cometiendo errores que nos permiten aprender. Sólo por esos errores se ha creado ese abismo entre esta vida que nos parece natural y que es completamente antinatural —llena de angustia y preocupación, con toda la gama de problemática emocional y mental que conocemos— y el vivir en plenitud.
Vivir en plenitud es esa felicidad que anhelamos, detrás de la que vamos constantemente y no alcanzamos. ¿Será inalcanzable? No somos felices cuando intentamos conseguir algo y lo conseguimos. Somos felices cuando hacemos un silencio en esa ambición. Cuando el silencio disuelve esa ambición, la plenitud que está detrás aparece espontáneamente. Es entonces cuando me siento ser plenamente. Esa es la felicidad que de verdad añoro y no aquella tras la que corro. Aquí está la diferencia y si la veo claramente puede transformar por completo mi manera de vivir.
Consuelo Martin en El silencio creador
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