Érase
una vez un rey que, oyendo de la existencia de un sabio, lo mandó
traer para que fuera su consejero. Comenzó el rey a llevarlo
siempre a su lado y consultarle sobre cada acontecimiento de
importancia en el reino. El consejo principal del sabio era siempre:
"Todo lo que pasa es siempre para bien". No paso mucho
tiempo antes que el rey se cansara de oír la misma cosa una y otra
vez.
Al rey le gustaba cazar. Un día, mientras cazaba, el rey se dió un tiro en
un pie. Presa de su dolor, se volvió hacia su consejero - que siempre estaba a
su lado-- para pedirle su opinión. Y el consejero respondió como
siempre "Todo lo que pasa es siempre para bien." Se sumo su
coraje a su dolor, y el rey ordenó la prisión para el consejero.
Esa
noche, el rey bajó a la prisión para ver al consejero y le
preguntó qué sentía acerca de estar en la cárcel. El consejero
respondió como siempre: "Todo lo que pasa es siempre para
bien." Esto sólo enfureció más al rey y dejó al sabio en la
prisión.
Un mes más tarde, salió el rey otra vez a cazar. Pero se separó demasiado de sus acompañantes y sirvientes y fue capturado por una tribu hostil. Los nativos lo llevaron a su pueblo para ser sacrificado a los dioses.
Por
sus tradiciones, solamente ofrendas perfectas eran aceptables a los
dioses y el rey parecía un espécimen excepcional. Pero, al día siguiente, cuando llegaron los nativos para llevarlo al sacrificio, al
inspeccionarlo, descubrieron la cicatriz en su pie y tuvieron que
rechazarlo. Lo soltaron y se fue como una flecha para
su reino, dándose cuenta de lo que le decía su consejero: "Todo
es siempre para bien."
El
rey llegó a liberar al consejero quien, al escuchar su aventura y cómo había sido liberado,
le señaló lo bien que había hecho encarcelándolo, porque, ya que siempre
estaba a su lado y no tenia imperfecciones, lo hubieran sacrificado a el, en el lugar del rey.
(Autor desconocido)
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