«Mantén un corazón tranquilo, siéntate como una tortuga, anda rápido como una paloma, y duerme como un perro»
Li Ching-Yuen, el herborista chino que vivió ¡256 años!..., se convirtió en centro de atención para la prensa internacional, durante un tiempo.Fue la revista Time la que se apuntó un tanto al contar un resumen de su vida por boca de uno de sus discípulos llamado Da Liu, que era maestro de Tai Chi Chuán, como antes lo había sido el otro. Según Da Liu, la clave de su longevidad estaba en haber practicado todos los días sin falta el Wushu (las artes marciales típicas de China) que le enseñó un ermitaño al que Li Ching-Yuen había conocido en las montañas cuya edad era aún más increíble, rondando el medio millar de años. De ahí a la inmortalidad, un paso.
Esas artes no eran únicamente el Tai Chi (deporte masivamente practicado en China por sus beneficios físicos y mentales), sino también el Pa kua Chang (técnica de combate basada en moverse en círculo en torno al adversario) y el Chi Kun (ejercicios suaves que combinan meditación y respiración con la medicina china tradicional) y se resumían en un aforismo acuñado por el propio Li Ching-Yuen que decía: «Mantén un corazón tranquilo, siéntate como una tortuga, anda rápido como una paloma, y duerme como un perro».
Lo que se contaba de aquel chino supracentenario, natural de Chongqing (en Sichuán, la misma provincia donde murió), era que había empezado el aprendizaje de Wushu ya en la infancia. Después, de adolescente, se hizo herborista, viajando por todo el sudeste asiático para recolectar y vender hierbas medicinales que él mismo probaba antes, ya que no podía estudiarlas en textos, al ser analfabeto. Así fue cómo se convirtió en un experto en el tema y cómo, además, adoptó una dieta vegetariana en la que descansaba parte de su secreto vital; la completaba, eso sí, con vino de arroz.
Li Ching-Yuen pasó casi un siglo dedicado a ese oficio, que alternó con un tiempo de estancia en el templo de Yu Qing, en la montaña Lao Shan. Allí aprendió el taoísmo y, se dice, sustituyó el sueño nocturno por la práctica del Bu Dao Dan, la llamada alquimia interna, una técnica recogida en el Tao Te Ching (el libro base taoísta atribuido a Lao Tsé) que los monjes utilizaban para canalizar la energía en vez de dormir. Esto le rejuveneció, otorgándole una envidiable forma física y renombre suficiente como para que el gobernador Yu Zhongqi lo contratara como asesor táctico militar y profesor de artes marciales.
Por lo visto, el mismísimo Chiang Kai-shek, presidente del gobierno nacionalista, se interesó por el personaje reclamando su presencia en la capital Nankín. Pero no hubo tiempo para ello; Li Ching-Yuen había expirado, por fin, el 6 de mayo de 1933, dejando una obra escrita en 1908, en colaboración con su alumno Yang Hexuan (Los secretos de la inmortalidad de Li Ching-Yuen) y dos centenares de descendientes engendrados con 24 esposas, la última le sobrevivió.
Fuente: La brújula verde
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