Erase una vez, un hombre que se encontraba frente al mar, contemplando la inmensidad de su extensión, la fuerza imponente de las olas, el infinito horizonte enrojecido por el resplandor del sol.
Contagiado por la grandiosidad de aquel espectáculo, sintió nacer en su corazón el firme deseo de hacer cosas grandes, significativas, importantes, en favor de la Humanidad.
Muy cerca, casi a su lado, había un niño que estaba como tirando piedras al mar. El hombre se acercó, extrañado, y le preguntó:
-¿Qué estás haciendo ? ¿Qué tiras al agua ?.
-Estrellas de mar -dijo el niño-. Ha bajado mucho la marea, de forma rápida, y a las estrellas no les ha dado tiempo a seguirla. Como verás hay muchas que se han quedado en la arena. Yo las tiro al agua para salvarlas.
-Si, pero son miles y miles las estrellas que hay en la arena, en esta playa y otras muchas a lo largo de la costa. Lo que tu haces ¿crees que que puede ser importante?.
El niño miró, con ternura, la estrellita que acaba de rescatar de la arena, la lanzó con todas sus fuerzas al agua, miró al hombre y, señalando hacia el mar, dijo:
-Para esa, seguro que es importante.
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