Blas Cubells
La finalidad de la meditación
es lograr que ese estado de “calma” no se limite sólo
a los momentos en que se practique, sino que nos la podamos llevar
“puesta” allá donde vayamos: en el trabajo,
haciendo deporte, mientras leemos un libro, cuando nos relacionamos
con los demás o al realizar cualquier acción creativa
y artística.
Mucho se habla y se escribe sobre
la meditación. Vemos anuncios que nos la ofrecen, y en
un esfuerzo por popularizar esta práctica, o quizás
hacerla más comercial, ya forma parte de lo “light”,
como si de una bebida baja en calorías se tratara, despojándola
de toda finalidad profunda. La meditación se ha convertido
en un modo de conseguir bienestar, relajación, higiene
mental y cosas por el estilo. Sin embargo, a parte de sus efectos
beneficiosos, en un sentido más profundo, la meditación
puede ayudarnos a cambiar nuestra vida en muchos aspectos.
Meditar conlleva la aceptación
de la idea de que vivimos para aprender. De esta manera se entiende
que todo es como una gran escuela donde se nos enseña,
de una manera u otra, el sentido de la vida. Así, el hombre
sería algo más de lo que a simple vista parece que
es, más allá de sus sentidos, acciones, sentimientos
y pensamientos, hay un ser con conciencia de sí mismo capaz
de poner en ejercicio su voluntad para superarse continuamente.
¿QUÉ
ES LA MEDITACIÓN?
La meditación es una técnica que nos permite reencontrarnos con nosotros mismo, la que nos permite encontrar en nosotros todas nuestras potencialidades a lo largo del viaje que supone la vida. Es un camino que va desde la periferia hacia el centro, en el que se presentan continuamente infinidad de obstáculos que hay que ir solucionando sobre la marcha. Ante cada uno de esas barreras, la meditación ayuda a encontrar en nosotros mismos el grado necesario de paz, sacando todo lo que nos hace daño para dejar espacio a aquello que nos ayuda a ser mejores. Es lo que se denomina: “Hacer un vacío interior que invite a ser llenado”. Un ejemplo sería luchar contra hábitos perniciosos fraguados a lo largo de toda una vida, permitiéndonos adoptar costumbres más “sanas” física y emocionalmente hablando.
“En la quietud y el silencio de la meditación vislumbramos la naturaleza interior profunda, que hace ya tanto que perdimos de vista en medio del ajetreo y de la distracción mental, y volvemos a ella.”
TODO
ES RELATIVO
La actitud mental con la que se recomienda entrar a la práctica de la meditación, es la de cierto grado de desapego hacia las cosas que normalmente nos preocupan, y el convencimiento de que todas las cosas son en realidad “vacuas”, una ilusión parecida al sueño. En la India se usa el concepto de “Maya” (la diosa de la ilusión), para referirse al mundo de la apariencia, a lo que parece que es real pero que, en realidad, no lo es. En un ámbito más profundo hablaría de que la existencia es un reflejo, una huella en el barro de otra realidad que le da forma y vida. Esta es la razón por la que, para practicar una buena meditación no hay que dejar que los problemas del mundo nos absorban demasiado, ni nos preocupen hasta el punto de robarnos el sueño. Al aceptar en nosotros la “relatividad” de todo cuanto nos rodea, comenzamos a estar más predispuestos para asumir un estado de serenidad y generosidad.
“Suéltate sigilosamente del lazo de tu angustiado yo habitual, despréndete de toda posesividad y relájate en tu naturaleza auténtica.”
QUE
NO TE AFECTEN PENSAMIENTOS NI EMOCIONES
Lejos de lo que se suele pensar, meditar no supone un esfuerzo (algo así como fruncir el ceño y estar muy atento a todo) sino todo lo contrario. Se trata de “comprensión”, de mantener una atención relajada y la “certeza” de que lo estamos haciendo bien. Cuando conseguimos estar en la quietud de la naturaleza de la mente, el tipo de pensamiento que manejamos todos los días es como si dejara de existir. Entonces simplemente “somos”. No hay una tarea concreta que hacer. Es algo que tiene que suceder espontáneamente, que surge poco a poco practicando un método.
Encontrar algo de esa “quietud”
es fundamental para conseguir un mínimo resultado. De la
misma forma que una llama no arde si el aire la agita demasiado,
la verdadera naturaleza de la mente no asomará hasta calmar
las “turbulencias” que surgen de los pensamientos
y las emociones. El “secreto” para que no nos afecten
es dejar que las emociones y los pensamiento se vayan igual que
vinieron, sin prestarles atención.
“La mente es espontáneamente dichosa sin presión, lo mismo que el agua es clara y transparente por naturaleza si no se agita”.
Lo bueno de la meditación
es que no hay un método concreto, todos son buenos si se
practican bien. Su éxito reside en la experiencia vital
que nos proporciona en cuanto a la serenidad, la claridad de pensamiento
y la visión de relativa importancia que adquiere aquello
que antes nos inquietaba y que ahora, mirado desde este punto
de vista más objetivo, nos libera. Cuanto más se
experimenta esa libertad, según dicen los maestros de meditación,
el “Yo” o Ego tiende a disolverse y con él,
los deseos y miedos que le dan vida. Eso nos acerca a lo que llaman
“sabiduría de la negación del yo”, donde
“un infinito sentimiento de generosidad” nos une a
las cosas.
“Cuando habites en esa morada de la sabiduría, ya no verás barreras entre “tú” y “yo”, “esto” y “aquello”, “interior” y “exterior”.
EN
CUALQUIER MOMENTO Y LUGAR
Así, la finalidad de la meditación es lograr que ese estado de “calma” no se limite sólo a los momentos en que se practique, sino que se convierta en una presencia continua de nuestra naturaleza interior y nos la podamos llevar “puesta” allá donde vayamos: en el trabajo, haciendo deporte, mientras leemos un libro, cuando nos relacionamos con los demás o al realizar cualquier acción creativa y artística.
“Presta atención a cualquier signo de gracia o belleza. Ofrece todas las alegrías, mantente despierto en todo momento a “las noticias que llegan siempre del silencio”.
No importa lo que hagamos o dónde
estemos, el estado conseguido en la meditación será
finalmente una forma de ser natural y no forzada en nosotros,
una verdadera conquista interior para que “hable el silencio”,
aquello que durante tantos años ha permanecido en un segundo
plano, testigo mudo de nuestras idas y venidas, anhelos y decepciones.
Ese es el fin de la meditación, dejar que se exprese la
“voz del silencio”.
“¿Quién es grande en la práctica espiritual? Quien vive siempre en la presencia de su propio ser verdadero, quien encuentra y aprovecha continuamente las fuentes y manantiales de la inspiración profunda.”
Fuente: Blascubells
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