"El hombre que sabe no habla, el hombre que habla no sabe". Lao-Tsé
Había un gran rey que solía acudir a un fakir, un mendigo místico, para hablar de Dios y de cosas relacionadas con Dios. Estaba
sorprendido porque, siempre que iba, el místico hablaba del dinero, del reino, de la política, y él había ido a hablar de Dios, de la meditación, de la religión.
Un día le dijo:
-Perdóname, fakir, pero no logro comprenderlo. Vengo aquí para hablar sobre Dios, la
religión, la meditación, el samadhi y todo lo relacionado con la espiritualidad. Y me resulta absurdo que yo, un hombre del mundo, vengo a hablar del samadhi, de la iluminación,
y tú, un hombre religioso, supuestamente, siempre que vengo hablas del
reino, de la política, del dinero y de miles de cosas más, pero siempre del
mundo, nunca de religión. ¿Cómo lo explicas?.
El fakir se echo a reir y le contestó:
-No
hay nada de extraño, nada que explicar. Es muy sencillo. Tú hablas de cosas que
no conoces. Yo hablo de lo que no conozco. Es muy simple. ¿Por qué
debería hablar de Dios? Lo conozco, es mi vida. ¿Por qué desearías tú hablar
del reino? Eres rey, lo conoces, es tu vida. Es lo normal, lo que hacemos todos. Buscamos lo que no tenemos. Hablamos de lo que no sabemos, de lo que no somos, de lo que nos gustaría saber, de lo que nos gustaría ser.
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