"SI LE SONRÍES A LA VIDA, LA VIDA TE DEVUELVE SONRISAS"





Entrevista a Oliver Bouyssi,  realizada por Víctor M Amela, en La Vanguardia


Cuántas veces ha entrado en un quirófano?
Perdí la cuenta hace mucho.

¿Cuánto tiempo lleva en tratamientos médico?
¡Años enteros! Desde hace 24 años, cuando el accidente: iba en moto... y un coche me arrolló. Siete costillas rotas, los dos fémures rotos, el cráneo roto y los pulmones encharcados en sangre.

Para haberse matado.
Me trasladaban al hospital y casi muero: no podía respirar. Pensé en lo que sé de buceo.

¿A qué se refiere?
Conservé la calma y me concentré en el mínimo oxígeno que captaba. Y resistí. Pero a los pocos meses, recibí el mazazo.

¿Qué mazazo?
"Tiene sida", me diagnosticaron. Infectado en una transfusión de alguna de las cirugías.

Lo que faltaba.
Y era a finales de los años ochenta, cuando el sida era letal. Mi sistema inmunitario se hundía. Sentí que me quedaba poco tiempo.

¿Y qué hizo?
Mi sueño era vivir en el Caribe. Y me fui. Sin casi nada, en una cabaña, fui feliz. Y me enamoré de una chica, Mylene.

Y la enfermedad, ¿qué?
Cuando me sentí peor, regresamos. Mantuvimos el sida a raya, pero llegó otro revés.

¿Qué?
¡Cáncer! Tres cánceres. Primero, un cáncer de sangre. Segundo un cáncer de recto. Me operaron, no quise la bolsita: fue un año de dolores cada vez que iba al retrete...

Y tercero.
Un cáncer de pene.

Dios santo.
Radiologías, largas quimioterapias, cirugías en pene e ingles... Me quitaron piel de la pantorrilla para trasplantarla...

¡Usted ha sufrido lo indecible!
¡Súmeles tres infartos, por los fármacos!

¿Cómo se puede vivir así?
Los fármacos antisida mermaron mi serotonina y padecí una depresión profunda. Saber la causa me ha ayudado a afrontarla... Y, contra todo pronóstico, ¡soy feliz!

Ya me explicará el secreto.
Adoro a mi madre, ¡y sé que ella sufriría horriblemente si me viese morir!

O sea, que usted sobrevive por amor.
Eso ayuda mucho. Tres veces he estado a punto de morir en la UVI, y las tres he pensado: "¡Mejoraré, seguro, voy a seguir aquí!"

Aconseje al que esté en un hospital.
Sé paciente, y ya verás como retomas pronto las riendas de tu vida. Dime, ¿qué miras cuando tomas una curva con tu coche? ¿El morro del coche o la salida de la curva?

La salida de la curva.
¡Pues haz igual en todo lo demás!

¿Cómo está ahora?
Este año ha sido el primero sin dolencias.

¿Le ha enseñado algo el sufrimiento?
El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional. El dolor te obliga a enfrentarte a ti mismo. Y yo decidí, en vez de compadecerme y sufrir... ¡sonreír!

Difícil.
No me lo invento, ¡prueba!: sonríe, y la vida te devolverá sonrisas. ¡La vida es un espejo!

¿Puedo elegir la felicidad, pues?
Sí, puedes entrenarla, como una gimnasia.

Recéteme tres ejercicios de felicidad.
Uno: cada día reserva quince minutos para ti y revísate, como un capitán a su barco.

Dos.
Hay cuatro emociones que te visitan a diario: miedo, odio, inferioridad, culpabilidad. Visualiza cuatro marcadores... ¡y vigila que sus indicadores no se disparen!

¿Qué conseguiré?
Ser el capitán de tu barco: tener un ánimo estable, ¡suceda lo que suceda!

¿Y el tercer ejercicio?
Captura fotos mentales de cosas buenas y, antes de dormirte, revísalas y atesóralas.

¿Fotos?
Esta mañana tomaba un café en una terraza, ha pasado una pareja, se han besado tiernamente... Observándoles, he participado de esa ternura. Esta noche atesoraré esto.

Otra foto.
Después de semanas de aislamiento esterilizado por la quimio, pasé a planta... ¡y vi una mosca en la habitación! ¡Una mosca!

¿Y?
Sentí que esa mosca que revoloteaba era la vida, la vida que volvía a recibirme. La mosca se me posó en la pierna. ¡Qué gran foto!

Pequeñas cosas.
Que no son tan pequeñas.

Ante una adversidad de la vida, ¿no piensa "por qué a mí"?
Soy marino, navego: cuando una tormenta se desata en alta mar... jamás piensas "¿por qué a mí?" No. Sólo actúas... hasta que la tormenta ha pasado.

Pero lo del pene... ¡Buf!
A mis amigos les dije: "Van a quitarme cuatro centímetros... pero como Dios fue tan generoso conmigo, ¡no es problema!"

Qué buen humor.
En vez de llorar, nos reímos. Recuerda: tu capital eres tú. No te subestimes. Cultívate, échate al camino de la felicidad y camina.

Y cuando su madre muera, ¿qué?
Viviré por mis amigos: viviré porque no quiero darles un disgusto.

Fuente: La Contra de La Vanguardia

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